El Madrid se rinde a la mediocridad
Ausente Cristiano, los blancos no logran sobreponerse (0-0) a una actuación plana ante un Osasuna igual de sufriente
Diego Torres
Pamplona
12 ENE 2013 - 14:09 CET209
Cristiano Ronaldo dejó sentir su ausencia en Pamplona, donde el
Madrid no consiguió sobreponerse a la vulgaridad que le va paralizando.
Sin el goleador portugués, estimulante por excelencia en estos días de
tribulación, el equipo se dejó arrastrar por el fragor de un partido que
no conducía a ninguna parte. Acabó aplanado, con uno menos por doble
amarilla de Kaká. Sufriendo, otra jornada más, hasta completar un
panorama que hace de esta temporada un caso insólito en la historia
reciente. El Madrid presentó la rendición en la Liga en diciembre y eso
es un drama de consecuencias impredecibles para un club que solo sabe
funcionar en la grandeza. A este paso, corre el riesgo de perder la
tercera posición, el último baluarte del acceso directo a la Champions.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Varane, Albiol, Coentrão; Xabi Alonso, Khedira; Modric (Ozil, m 67), Di María (Benzemá, m. 57), Callejón e Higuaín (Kaká, m. 57). No utilizados: Essien, Marcelo, Carvalho y Jesús.
Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Rubén, Oier, Kike Sola, Lolo, Xabi Alonso y Özil. Expulsó a Kaká (m. 75) por doble amarilla.
Reyno de Navarra: 16.366 espectadores.
El Sadar, cuyas gradas no irradiaron el calor de otros días, asistió a
la reunión de dos equipos sufrientes. El Madrid da tumbos por el
campeonato porque sus futbolistas ya no saben ni por qué compiten ni
encuentran inspiración en una manera de jugar de la que son incapaces de
sentirse orgullosos. Osasuna se asfixia en el último puesto de la
clasificación porque no consigue afinar la puntería. Vive angustiado
porque le falta gol pero hace bien unas cuantas cosas. Se defiende con
orden y energía, por ejemplo. Presiona con gran coordinación. No pierde
ocasión de adelantar a sus zagueros hasta el círculo central y sabe
implicar a todos sus hombres para embotellar a los rivales en 30 metros
de campo. El Barcelona sufrió para salir del atolladero hace unos meses y
al Madrid no le fue mejor.
La primera parte fue un festival de imprecisiones. No hubo pausa. Todos se anticiparon a todos. Todos apretaron. Todos intentaron jugarla rápido para romper líneas con el primer pase. Nadie lo consiguió. Al Madrid se lo tragó la vulgaridad. Parecieron igual de buenos Armenteros, Higuaín, Modric o Cejudo. El remolino no hizo distinciones, con la excepción esporádica de Xabi Alonso, que se salió durante algunos instantes del ojo del huracán para intentar darle sentido a los desplazamientos. Poca cosa, en definitiva. Dos o tres pases largos, de izquierda a derecha, a Higuaín, o a Di María, que solo rompieron el fuera de juego dos veces y no desbordaron ni una. Durante una hora Di María se convirtió en una máquina de colgar balones desde cualquier parte, a cualquier destino, generalmente a las cabezas de Rubén y Arribas. A la caza de los objetos voladores, o de los pelotazos frontales, no consiguió Higuaín desembarazarse de sus vigilantes, que no le dejaron girarse y mucho menos dominar el espacio aéreo. Los equipos se marcharon al descanso sin que sus porteros tuvieran que ensuciarse. Un remate de Callejón por encima del larguero, y un tiro fuera de Coentrão fueron la producción más peligrosa durante una hora.
La guerra de desgaste se prolongó en la segunda parte. Los dos equipos se condenaron a martirizarse lejos de sus respectivas áreas. Higuaín tuvo menos peso en los últimos metros que en sus persecuciones a Lolo y Oier cuando llevaban el balón. El argentino debió abandonar la cancha sin haberse concedido la más mínima satisfacción. El partido reclamaba una idea subversiva y Mourinho cambió para que todo siguiera igual: hombre por hombre. Entraron Kaká por Di María, Benzema por Higuaín y Özil por Modric. A falta de ideas, el Madrid hizo lo único que colectivamente le inspira confianza: replegarse a verlas venir y soltar a las fieras a correr. La diferencia es que, sin Cristiano, las fieras tienen menos apetito, menos recorrido, menos velocidad, menos resistencia...
La contundencia de Cristiano disimula la persistente falta de claridad del Madrid. El equipo ya no encuentra el camino ni en los contragolpes, el recurso que perfeccionó la temporada pasada. Cunde el desconcierto incluso cuando se encuentra a defensas como la de Osasuna, que juegan en el alambre, con mucho espacio a la espalda de los centrales. Incuso Osasuna tuvo un poco más de claridad para contragolpear. Sola y Armenteros pusieron a prueba a Casillas con sendos disparos desde fuera del área. El portero los desvió con suficiencia. Por lo menos se volvió a Madrid con la sensación de haber gastado los guantes. Algo que casi no puede hacer Andrés Fernández, que solo tuvo que estirarse para detener un disparo blando de Benzema a un minuto para el final.
OSASUNA, 0 REAL MADRID, 0
Osasuna: Andrés Fernández; Marc Bertrán, Rubén, Arribas, Damiá; Lolo, Oier Sanjurjo; Cejudo (Llorente m. 85), Armenteros, Nino; y Kike Sola. No utilizados: De las Cuevas, Loe, Flaño, Puñal y Timor.Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Varane, Albiol, Coentrão; Xabi Alonso, Khedira; Modric (Ozil, m 67), Di María (Benzemá, m. 57), Callejón e Higuaín (Kaká, m. 57). No utilizados: Essien, Marcelo, Carvalho y Jesús.
Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Rubén, Oier, Kike Sola, Lolo, Xabi Alonso y Özil. Expulsó a Kaká (m. 75) por doble amarilla.
Reyno de Navarra: 16.366 espectadores.
La primera parte fue un festival de imprecisiones. No hubo pausa. Todos se anticiparon a todos. Todos apretaron. Todos intentaron jugarla rápido para romper líneas con el primer pase. Nadie lo consiguió. Al Madrid se lo tragó la vulgaridad. Parecieron igual de buenos Armenteros, Higuaín, Modric o Cejudo. El remolino no hizo distinciones, con la excepción esporádica de Xabi Alonso, que se salió durante algunos instantes del ojo del huracán para intentar darle sentido a los desplazamientos. Poca cosa, en definitiva. Dos o tres pases largos, de izquierda a derecha, a Higuaín, o a Di María, que solo rompieron el fuera de juego dos veces y no desbordaron ni una. Durante una hora Di María se convirtió en una máquina de colgar balones desde cualquier parte, a cualquier destino, generalmente a las cabezas de Rubén y Arribas. A la caza de los objetos voladores, o de los pelotazos frontales, no consiguió Higuaín desembarazarse de sus vigilantes, que no le dejaron girarse y mucho menos dominar el espacio aéreo. Los equipos se marcharon al descanso sin que sus porteros tuvieran que ensuciarse. Un remate de Callejón por encima del larguero, y un tiro fuera de Coentrão fueron la producción más peligrosa durante una hora.
La guerra de desgaste se prolongó en la segunda parte. Los dos equipos se condenaron a martirizarse lejos de sus respectivas áreas. Higuaín tuvo menos peso en los últimos metros que en sus persecuciones a Lolo y Oier cuando llevaban el balón. El argentino debió abandonar la cancha sin haberse concedido la más mínima satisfacción. El partido reclamaba una idea subversiva y Mourinho cambió para que todo siguiera igual: hombre por hombre. Entraron Kaká por Di María, Benzema por Higuaín y Özil por Modric. A falta de ideas, el Madrid hizo lo único que colectivamente le inspira confianza: replegarse a verlas venir y soltar a las fieras a correr. La diferencia es que, sin Cristiano, las fieras tienen menos apetito, menos recorrido, menos velocidad, menos resistencia...
La contundencia de Cristiano disimula la persistente falta de claridad del Madrid. El equipo ya no encuentra el camino ni en los contragolpes, el recurso que perfeccionó la temporada pasada. Cunde el desconcierto incluso cuando se encuentra a defensas como la de Osasuna, que juegan en el alambre, con mucho espacio a la espalda de los centrales. Incuso Osasuna tuvo un poco más de claridad para contragolpear. Sola y Armenteros pusieron a prueba a Casillas con sendos disparos desde fuera del área. El portero los desvió con suficiencia. Por lo menos se volvió a Madrid con la sensación de haber gastado los guantes. Algo que casi no puede hacer Andrés Fernández, que solo tuvo que estirarse para detener un disparo blando de Benzema a un minuto para el final.
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