lunes, 31 de diciembre de 2012

Cuando no pasa nada.

Cuando no pasa nada

Por: | 31 de diciembre de 2012
Parece inevitable que al acercarse el final de cada año se repiten los balances de los hechos más llamativos de la agenda nacional e internacional, en una secuencia cronológica (subjetiva por definición) que apenas sirve para constatar las diferentes varas de medida que cada uno emplea para valorar un suceso como importante. Igualmente, se repiten los textos de política-ficción, que se atreven a augurar lo que nos deparará el año venidero, cayendo en una tentación profética condenada por lo general al fracaso (¿recuerdan la sorpresa de la caída del muro de Berlín o los trágicos atentados del 11-S?).
Y eso ocurre en unos días en los que también parece ablandarse la conciencia ciudadana, mientras nos inunda un sobrevenido buenismo que inmediatamente quedará sepultado en cuanto se cierre el paréntesis navideño. En medio de todo ello y cuando parece equivocadamente que no pasa nada, son muchas las cosas que siguen ocurriendo sin que se les preste la atención debida, aunque solo sea porque somos habitantes de un mundo global afectados inevitablemente por todo lo que acontece en cualquier rincón del planeta.
Ocurre, por ejemplo, que:
-      También hoy (como todos los días del año) morirán no menos de 150.000 personas en el mundo. De ellas, al menos 24.000 serán provocadas por el hambre- una de las mayores vergüenzas de nuestros días si tenemos en cuenta que hay alimentos suficientes para los 7.000 millones de seres humanos que lo habitamos. El hambre crónica afecta, según la FAO, a unos 1.000 millones de personas.
-      Unos 2.600 millones de personas seguirán sin tener un simple retrete a su alcance, lo que se traduce en la contaminación de aguas potables por aguas fecales o, lo que es lo mismo, en la muerte diaria de 6.000 personas por diarrea. Unos 1.100 millones de personas viven sin acceso a agua potable.
-      Según la UNESCO, en torno a 61 millones de niños (de los cuales un 53% son niñas) no están escolarizados. Se les niega así no solo un derecho fundamental sino que se les condena a no poder salir de la pobreza extrema, cuando sabemos que la educación es una de las apuestas más seguras para mejorar el bienestar y la seguridad individual y colectiva en cualquier lugar del mundo.
-      El gasto militar mundial sigue al alza, superando ya los 1,5 billones de dólares, siguiendo una pauta históricamente errónea que consiste en creer que más armas equivalen a más seguridad. La renacionalización de la seguridad y la defensa se acelera tanto en Latinoamérica como en el sudeste asiático, en una carrera armamentística sin freno a la vista, mientras sigue pendiente el reforzamiento de las capacidades preventivas necesarias para cerrar la creciente brecha de desigualdad que constituye el principal factor belígeno de nuestros días.
-      Un litro de gasolina consumida seguirá lanzando 2,3 kilos de dióxido de carbono a la atmósfera, en un proceso que hace cada vez más agudo el proceso de cambio climático en el que ya estamos ¿irreversiblemente? metidos. No se trata ya de que estamos hipotecando la vida de las generaciones futuras sino la de quienes ya habitamos el planeta; y, sin embargo, todo indica que el carbón seguirá siendo la principal fuente de generación de energía y que la demanda energética seguirá aumentando nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
-      Al menos 1.000 millones de personas viven en la extrema pobreza, viendo diariamente negados sus derechos más básicos en educación, alimentos y servicios de salud. Sin caer en el simplismo de sostener que la pobreza deriva inevitablemente en la violencia, es innegable que la insatisfacción sostenida de las necesidades elementales del ser humano alimenta proceso de inestabilidad que con demasiada frecuencia desembocan en inseguridad y conflicto.
La lista puede continuar hasta el infinito añadiendo rasgos que conforman el día a día de muchas personas a las que se les niega radicalmente su futuro. Son muchas las señales que nos muestran la insostenibilidad de un modelo brutalmente desigual (en el que nosotros seguimos siendo privilegiados), fundamentado en la explotación de unos sobre otros. Ya hace mucho que aprendimos que para que unos (nosotros) sean desarrollados, otros (los que están fuera de nuestras fortalezas) tienen que ser subdesarrollados. Y todo eso ocurre ante nuestros ojos, centrados en el corto plazo y en lo más próximo, mientras no pasa nada.

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