jueves, 27 de septiembre de 2012

En defensa de la Universidad

En defensa de la UACM
Manuel Pérez Rocha*
La Ley de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México condensa un proyecto académico exigente, innovador, que tiene, entre otros propósitos, contribuir a la reforma universitaria que es urgente en nuestro país. Defender a la UACM es defender este proyecto y a una institución que en sus escasos once años de vida ha logrado importantes avances en su construcción. Es perverso denostar a la UACM sin conocer este proyecto y es insensato reclamarle a la comunidad no haber logrado su plena realización. Quien tiene una mínima idea de lo que significa crear un proyecto educativo innovador sabe que ésta es una tarea que requiere tiempo y condiciones que no ha tenido esta universidad. Me referiré a una de las características importantes del proyecto.
Un valor singular de la ley de la UACM, y que la hace especial en el ámbito universitario mexicano, consiste en que sienta las bases legales para construir una universidad de alto nivel académico. Uno de los primeros capítulos de esta ley está dedicado a la Calidad y responsabilidad académica; en otros apartados se definen las responsabilidades de estudiantes, personal académico y trabajadores; en otro, esta ley define las condiciones que garantizan la confiabilidad de los certificados, títulos y grados que expida. La ley de la UACM rompe con la cuestionable práctica que concede a cada maestro la facultad de otorgar a sus estudiantes, con frecuente arbitrariedad, los certificados de los cursos que imparte (las llamadas calificaciones), pues establece que los exámenes, pruebas y otras evaluaciones que se apliquen a los estudiantes quedan bajo la responsabilidad de cuerpos colegiados (artículo 12) y que El otorgamiento de certificados, diplomas, títulos, grados y reconocimientos tendrá como condición ineludible y única la demostración de los conocimientos y competencias que dichos instrumentos amparen (artículo 14).
Pero el valor más importante de esas disposiciones no está en que establecen las bases normativas para un sistema de aseguramiento de la calidad (como les gusta decir a los tecnócratas). Este aporte no es menor, pero esas disposiciones también promueven la solidez del trabajo académico (la calidad en el lenguaje gerencial) al distinguir la certificación de conocimientos (repito, las mal llamadas calificaciones) respecto del proceso educativo mismo. En efecto, en nuestro sistema educativo (incluyendo la educación universitaria) se da una confusión institucional, orgánica, de dos procesos de naturaleza distinta, incluso discordante: la educación y el otorgamiento de certificados. El maestro, en el aula, es el intelectual, el académico, el científico, que educa; y es, al mismo tiempo, el funcionario público que con el poder de su firma concede una calificación que a la vez es un certificado con valor legal, y es también un premio o un castigo, según los resultados.
Un efecto de esta situación es la degradación del maestro y de la relación del maestro con sus estudiantes. Una relación maestro-estudiante caracterizada por el respeto, la confianza y la colaboración, indispensable en una educación de buena calidad, degenera con frecuencia en una relación mercantil en la que se intercambian calificaciones por cualquier cosa. Esa confusión de procesos genera otro efecto destructor de la calidad de la educación: pone en el centro de la atención de los estudiantes una motivación extrínseca (obtener los certificados escolares, incluyendo las calificaciones de cada curso) y relega, e incluso con frecuencia anula, la motivación intrínseca (el deseo de aprender) indispensable en todo proceso de aprendizaje sólido y significativo. Una aspiración del proyecto de la UACM es lograr que en el ámbito universitario predominen los valores de uso de los conocimientos y la cultura, y poner en su lugar (aparte y secundario) los valores de cambio que pervierten a los procesos educativos.
La motivación intrínseca por aprender es esencial en una educación de buena calidad y puesto que las motivaciones de los estudiantes son resultado de sus condiciones personales, de sus proyectos y de sus historias, una buena educación debe tener una considerable flexibilidad. Así está previsto en la ley de la UACM, pues reconoce el derecho de todos los estudiantes de la universidad a inscribirse en cualquier curso que se imparta en la institución, con una condición ineludible: que demuestre que tiene la preparación indispensable para participar con buenos resultados en dicho curso (artículo 6).
El proyecto educativo contenido en la Ley de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México contiene diversas disposiciones que buscan hacer realidad la consigna de poner en el centro de la vida universitaria la educación de los estudiantes. El mismo artículo 6 de esa Ley establece que “la universidad brindará a los estudiantes los apoyos necesarios para que tengan éxito en sus estudios… y que uno de esos apoyos será un diagnóstico de las condiciones de preparación académica con las que inician sus estudios y la indicación de cómo subsanar sus deficiencias. Además, todos los estudiantes tendrán derecho a lo largo de sus estudios, de que se les practiquen las evaluaciones diagnósticas y formativas necesarias para que conozcan sus avances y carencias, y puedan llevar a cabo las acciones indispensables para lograr los objetivos académicos que se propongan”.
A pesar de estas inusuales normas respecto a las evaluaciones y exámenes, y los avances que en la práctica se han logrado, la UACM ha sido acusada reiteradamente de que rechaza los exámenes. Este proyecto de universidad ha sido atacado de manera irresponsable por muchos que ni conocen el proyecto ni se han acercado a conocer sus realizaciones. Sus denostadores también pasan por alto otros muchos elementos que contribuyen a hacer de la UACM una institución de muy alto nivel académico: tiene una planta académica excepcional por la dedicación de sus maestros y su formación, ha habido un empeño consistente por lograr que los grupos sean reducidos, se ha procurado que maestros y estudiantes cuenten con espacios para la realización de cursos, tutorías y asesorías, y esto se ha logrado en la medida en que los recursos lo han permitido.
El conflicto actual de la UACM tiene varias causas, entre ellas la incomprensión o rechazo de su proyecto. Estudiantes, maestros y trabajadores que lo defienden dan una lucha de enorme trascendencia.
* Ex rector de la UACM

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