viernes, 29 de junio de 2012

Occidente abandona a Siria.

Occidente podría dejar Siria en manos de Assad dos años más
Robert Fisk
El presidente de Siria, Bashar Assad, podría durar más de lo que sus opositores esperan, con la tácita aceptación de líderes occidentales, ansiosos de asegurar nuevas rutas petroleras hacia Europa vía Siria, antes de la caída del régimen. Según una fuente íntimamente involucrada en una posible transición del partido Baaz en el poder, estadunidenses, rusos y europeos están fraguando un acuerdo que permitiría a Assad quedar como líder de Siria durante al menos dos años a cambio de concesiones políticas para Irán y Arabia Saudita, tanto en Líbano como en Irak.
A Rusia se le garantizará la continuidad de su base militar en la ciudad costera siria de Tartus y una relación con el gobierno en Damasco que surja eventualmente con el apoyo de Irán y Arabia Saudita. La reciente concesión de Rusia, en el sentido de que Assad podría no ser esencial en la futura estructura del poder sirio, es parte del entendimiento en Occidente que podría aceptar la presidencia de Assad a cambio de un acuerdo que impida una guerra civil.
La información proveniente de Siria sugiere que el ejército de Assad está recibiendo una paliza de rebeldes armados, que incluyen tanto a fuerzas islamitas como nacionalistas. Se cree que al menos 6 mil soldados han sido asesinados o resultado muertos en combates desde que comenzó la rebelión antigubernamental, hace 17 meses. Hay reportes no confirmados de que cada semana hasta mil nuevos combatientes sirios son entrenados por mercenarios sirios en una base usada por autoridades occidentales, en la que supuestamente personal de seguridad realiza ejercicios antiterroristas.
Las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia –que son fáciles de negar y se ocultan cínicamente detrás de acusaciones mutuas entre Hillary Clinton y su par ruso, Sergei Lavrov– implican que las superpotencias reconocerían la influencia de Irán sobre Irak y su relación con sus aliados de Hezbolá en Líbano, al tiempo que se alentaría a Arabia Saudita –y Qatar– a garantizar los derechos de los musulmanes sunitas en Líbano e Irak. El surgimiento de Bagdad como centro de poder chiíta ha causado mucha angustia a Arabia Saudita, cuyo apoyo hacia la minoría sunita en Irak ha llevado a una fuerte división política.
Pero el objetivo real de las pláticas entre las potencias mundiales gira en torno a la determinación de Occidente de garantizar petróleo y gas de los estados del Golfo y dejar de depender de los suministros de Moscú. Rusia puede cerrarle el grifo a Europa cuando quiera, y esto le da tremendo poder político, señala una fuente. Hablamos de dos rutas petroleras fundamentales hacia Occidente: una que pasa por Qatar y Arabia Saudita vía Jordania y Siria y por el Mediterráneo hasta Europa, y otra que va de Irán pasando por el sur chiíta iraquí y Siria hasta llegar también al Mediterráneo hacia Europa. Esto es lo que importa y por eso están preparados para dejar que Assad se quede otros dos años de ser necesario. Estarían perfectamente conformes con eso, y Rusia tendría un lugar en la nueva Siria.
Diplomáticos que aún discuten esos planes deben, desde luego, ser tratados con cierto escepticismo. Una cosa es escuchar a líderes políticos decir que el régimen sirio es la escoria por su abuso contra los derechos humanos y sus matanzas, y otra muy distinta que los diplomáticos occidentales están más que listos para poner todo esto de lado en favor de ver el panorama completo que consiste, como de costumbre en Medio Oriente, en el petróleo y el gas. Están dispuestos a tolerar la presencia de Assad hasta el final de la crisis antes que insistir en que su partida es el principio del fin. Los estadunidenses opinan lo mismo y ahora Rusia cree que la estabilidad es más importante que el mismo Assad.
Queda claro que el gobernante sirio pudo haber continuado las extensas reformas que dejó su padre, Hafez Assad, fallecido en 2000. En ese momento, según funcionarios sirios, la economía nacional estaba en mucho mejor estado de lo que se encuentra hoy la economía de Grecia. Pero poco a poco, las voces más razonables que influenciaban el liderazgo de Assad fueron quedándose sin poder. Un funcionario cercano al presidente lo llamó durante el peor momento de los combates del año pasado y dijo que Homs arde. La reacción de Assad fue rehusar cualquier comunicación personal con el funcionario e insistió en que éste le enviara exclusivamente mensajes de texto. Assad ya no tiene poder personal sobre lo que ocurre en Siria, señala un informante. No es porque no lo quiera, sino porque están pasando tantas cosas en todo el país que un solo hombre no puede mantenerse al tanto de todo.
Assad aún tiene la esperanza, según veteranos del ejército, en una solución como la de Argelia. Tras la cancelación de elecciones democráticas en Argelia, su ejército y generales combatieron sin piedad a rebeldes y guerrilleros islamitas en todo el país durante los años 90, y perpetraron torturas y matanzas con un saldo de 200 mil muertos, para conservar el poder.
En medio de esta crisis, Argelia envió una delegación castrense a Damasco para que la cúpula militar de Havez Assad le contara cómo el ejército sirio destruyó la rebelión islamita en Hama, con un costo de 20 mil muertos, en 1982. La guerra civil argelina, notablemente similar a la que ahora afecta al régimen de Assad, desplegó muchas de las características de la actual tragedia en Siria: bebés degollados, familias asesinadas por misteriosos grupos armados paramilitares, poblados enteros bombardeados por las fuerzas del gobierno.
Y, lo que es más interesante para los hombres de Assad: Occidente siguió respaldando al régimen de Argel, políticamente y con armas durante los 90 mientras soplaba y resoplaba por los derechos humanos. Las reservas de petróleo y gas fueron más importantes que las muertes de civiles. De la misma forma, hoy Damasco confía en el deseo occidental de encontrar una ruta siria para obtener combustibles y su disposición a tolerar asesinatos. Jamil Hassan, capitán de inteligencia de la fuerza aérea siria, es ahora el asesino del régimen, no tanto Maher, hermano de Bashar, a cuya Cuarta División se ha dado demasiado crédito por sofocar la revuelta, sin lograr aplastarla del todo.
Mientras, Occidente tiene que lidiar con su contacto con Siria, Mohamed Nassif, quizá el más cercano asesor de Assad. Sin embargo, prevalece la incógnita de si Assad, independientemente de cuánto ignora sobre el control militar del terreno, realmente entiende la épica importancia política de lo que ocurre en su país. Antes de la rebelión, líderes europeos y turcos quedaron boquiabiertos cuando el gobernante aseguró que fuerzas sunitas en el norte de la capital libanesa de Trípoli intentaban crear un Estado salafista que amenazaba a Siria. El cómo esta extraordinaria afirmación, basada seguramente en tonterías dichas por algún agente de inteligencia, se formuló en la mente de Assad sigue siendo un misterio.

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