lunes, 19 de marzo de 2012

El marxismo de hoy./Flores Olea.

Marxismo y Liberalismo Hoy / Víctor Flores Olea
Del marxismo, hoy es obsoleta la tesis de una clase “única”, “exclusiva” o “privilegiada" de la revolución, que sería la clase obrera industrial, y la tesis de que el partido comunista, como partido de esa clase, es el único "titulado" o "autorizado" históricamente para efectuar la revolución socialista.




México, DF. En seminario informal surgieron algunas preguntas a las que me referiré en estos párrafos.

¿En escritos recientes usted ha considerado la importancia que tiene para la conciencia teórica contemporánea trascender diversos aspectos del marxismo “clásico” y del liberalismo igualmente clásico? ¿Qué elementos de una y otra tradición teórica considera que es importante conservar?

Respuesta general: del marxismo sin duda su análisis crítico del capitalismo, del liberalismo las conquistas esenciales de la Revolución Francesa: los derechos del hombre y del ciudadano y el principio democrático.

Diría también que, del lado del marxismo, hoy es obsoleta la tesis de una clase “única”, “exclusiva” o “privilegiada" de la revolución, que sería la clase obrera industrial, y la tesis de que el partido comunista, como partido de esa clase, es el único "titulado" o "autorizado" históricamente para efectuar la revolución socialista.

Claro que esto nos llevaría a una reflexión mucho más amplia acerca del “sujeto de la revolución”. En todo caso puede hoy probarse que las clases explotadas, que los asalariados trabajadores, están muy lejos de reducirse al proletariado industrial, ya que en definitiva representan a una gama de sectores y clases sociales (también trabajadores de los servicios y profesionistas), que sufren la explotación del capitalismo contemporáneo. Incluso por eso ahora se procuran “flexibilizar” los derechos obreros con el fin de liquidar o reducir sus conquistas tradicionales. En ese sentido hoy el "sujeto" de la revolución sería mucho más amplio y variado que el proletariado industrial que postulaba el marxismo clásico.

Pero habría que decir igualmente, en el caso de la democracia liberal, que sin duda alguna la genuina vigencia de los derechos humanos y políticos se ha visto extraordinariamente disminuida en este tiempo del capitalismo neoliberal globalizado. El "aparato económico" violenta a diario esos derechos y los niega radicalmente. En el campo de los derechos políticos no debe olvidarse la tremenda manipulación de la opinión pública que se lleva a cabo a través de los mass media, de la publicidad.

En otra perspectiva surge la siguiente pregunta: ¿se pueden conciliar las aspiraciones de igualdad política, jurídica, social y económica con los derechos de las etnias? La pregunta porque en la mayoría, por no decir en la totalidad, de las comunidades indígenas, hay digamos estamentos sociales jerárquicos y desiguales, e incluso casos en los que incluso hay confrontación entre derechos humanos y usos y costumbres.

Mi respuesta sería plenamente afirmativa. Es verdad, hay comunidades indígenas que son jerárquicas y desiguales, pero ¿se puede pensar en mayores jerarquías y desigualdades que las impuestas por la sociedad capitalista? Por otro lado ¿no hay suficientes experiencias históricas que nos muestran la “educación” y los esfuerzos de ciertas etnias para refundar determinadas prácticas de democracia radical? ¿El ejemplo zapatista de los “caracoles” no es suficiente? Por lo demás, me parece que resultan bastante excepcionales las confrontaciones entre derechos humanos y usos y costumbres en las etnias. Pero de todas maneras es preciso sostener el principio general de la igualdad a que también aspiran las etnias. Además, ¿por qué no pensar en los "igualitarismos" que muchas veces caracterizan a las etnias, por ejemplo en el campo de las responsabilidades familiares o comunitarias, de las que están muy alejadas las sociedades "modernas". La historia y el desarrollo educativo-cultural, de uno y otro lado, han de ir "puliendo" los casos extremos, y no hay que ver a ningún tipo de sociedad, ni a las étnias ni a las "modernas", como instancias fijas y cristalizadas de una vez y para siempre.

Por lo demás, en diversos escritos he destacado que las nuevas luchas democráticas "recuperan la diferencia o consolidan la democracia a través de la política activa de impulsar la pluralidad social". ¿Cuál debe ser el límite de esas diferencias? Por ejemplo, ¿deben existir leyes distintas para grupos sociales en razón de elementos como los orígenes étnicos?

No hay duda que el principio general es la universalidad de la ley. Sin embargo, sostengo que en una democracia avanzada han de reconocerse las diferencias y la pluralidad social. Esto no se refiere exclusivamente a las etnias sino también a las diferencias de género o de condición social específica (clases). Me refiero concretamente a liquidar las discriminaciones por cualquier orden de prejuicios. Aquí me refiero específicamente a que en una genuina democracia han de reconocerse en todo su valor los distintos segmenentos, estratos o clases de la comunidad nacional, ya que todos ellos contribuyen al valor del conjunto, representan el valor mismo del conjunto.

También ha dicho que existe hoy una "democracia confiscada" por las elites del poder y por las grandes corporaciones económicas. ¿Cómo cambiar esta situación?

He insistido en numerosos escritos en la importancia de una democracia participativa, radical, en que se realizaría y perfeccionaría la democracia liberal. Desde luego, he insistido también en la necesidad de una mayor participación de la sociedad civil y sus organizaciones de base en el gobierno, incluso más allá de instrumentos como el plebiscito y el referéndum. En México, para aprobar una ley importante, muchas veces las Cámaras organizan foros y consultas donde se convoca a organizaciones sociales, académicas, sectores más directamente afectados, a especialistas. ¿Qué mecanismos servirían para canalizar esa participación y que rebasen los instrumentos referidos?

Pienso que es fundamental otorgarle un contenido social específico a la democracia con una constante referencia al valor igualitario de la misma, más allá del jurídico y el político. "Otro mundo es posible" es una aspiración que muchos compartimos. Hoy, muchos escritores atribuyen a la “nueva izquierda” la tarea de pensar e impulsar las alternativas a este mundo globalizado, dominado por la lógica de un capital desenfrenado. ¿Lo está haciendo? En el caso de la democracia es preciso privilegiar el bienestar social sobre otras consideraciones puramente “formales” y “leguleyas”.

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