martes, 25 de octubre de 2011

Las enfermedades de los Kirchner.

Los Kirchner, una pareja (enferma) en el poder
Afecciones que van desde dolores cervicales y caídas bruscas de la presión, hasta ansiedad y alteraciones de origen bipolar, mantienen a la Presidenta argentina bajo casi constantes tratamientos médicos.


Doce días antes de su inminente reelección, a sus 58 años, el cuerpo de Cristina Fernández viuda de Kirchner volvió a colapsar el martes 11 de octubre. El brusco decaimiento de su tensión arterial fue el tercero que se ha hecho público en este año y el octavo desde la muerte de su esposo, ocurrida en octubre de 2010. Con el caso Cristina, ha vuelto a dominar la vida pública y la agenda mediática el tema de la fragilidad de la salud de líderes latinoamericanos, que suele guardarse como secreto de Estado en los casos de Hugo Chávez, Fidel Castro y Fernando Lugo, entre otros.

En el interior de la residencia presidencial de Olivos, el episodio clínico volvió a obligar al gobierno a poner en manos de un selecto equipo de galenos a la primera figura política nacional, quien fue medicada y enviada a su cama a reposar. El meticuloso parte médico oficial, que fue difundido el miércoles 12 de octubre de 2011, informaba: “La Presidenta ha presentado buena evolución del cuadro de hipotensión arterial que la afectara en el día de ayer (…) Por prevención, en la fecha, se le aconsejó mantener reposo, pudiendo reanudar sus actividades habituales el día de mañana jueves”. Esta preocupación tiene fundamentos: durante el último año, los problemas de presión arterial de Cristina Fernández la han obligado a anular de manera inesperada giras internacionales a México y a Paraguay, lo que generó dudas sobre su capacidad física para enfrentar el exigente desafío de un inminente nuevo mandato.



EU: ¿LA PRESIDENTA TOMA MEDICAMENTOS?
Los temores por la salud de la Presidenta llegaron hasta Washington a fines de 2009, cuando Néstor Kirchner aún vivía y aparecía como el poder tras el trono de la pareja presidencial y con vistas a buscar un nuevo mandato. La investigación surgió días después de la visita al país de Arturo Valenzuela, el encargado de la diplomacia de Hillary Clinton y Barack Obama en América Latina. El Departamento de Estado de Estados Unidos le pidió a su embajada en Buenos Aires que indagara sobre la salud mental de la Presidenta argentina, para averiguar si tomaba algún medicamento, e investigara cómo dividía el trabajo con su marido ex presidente. “¿En qué materias toma CFK (Cristina Fernández de Kirchner) las decisiones y cuáles deja a Néstor Kirchner? ¿Toma alguna medicación?


¿En qué circunstancias controla ella mejor el estrés? ¿Cómo le afectan las emociones en su proceso de toma de decisiones y cómo baja la tensión cuando está angustiada?”, interrogaba un documento confidencial de la Oficina de Operaciones de Inteligencia del Departamento de Estado de ese país (identificada como INR/OPS) en un paquete difundido por la red electrónica WikiLeaks. Las preguntas formaron parte de un “perfil” sobre la Presidenta solicitado el 31 de diciembre de 2009, donde los agentes comprometidos descubrieron que tomaba Zentius, un antidepresivo con base en la droga citalopram. El informe señaló que Cristina comenzó a tomarlo en 2005, al estallar el escándalo conocido como Valijagate, por las valijas que llegaron desde Venezuela a Buenos Aires con cerca de 800 mil dólares en efectivo en un jet de la petrolera estatal argentina Enarsa, en plena campaña presidencial de ella.

Guido Antonini Wilson fue el venezolano que llegó en ese jet rodeado de altos funcionarios argentinos. Luego de que la valija fuera descubierta por la agente aduanal María del Luján Telpuk —quien se volvió célebre por su valentía y luego se desnudó para una portada de la revista Playboy—, Antonini Wilson se fue a una recepción en la Casa Rosada, sede del gobierno, y luego a la residencia presidencial de Olivos, para finalmente huir a Estados Unidos. Wilson fue detenido y declaró ante un juez de Miami que los 800 mil dólares que llevaba a bordo de un avión pagado por la empresa petrolera argentina procedían de la estatal venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA), y estaban destinados a sufragar los gastos electorales de Fernández.

Las nuevas filtraciones de WikiLeaks también confirmaron un viejo reportaje de la revista semanal Noticias, de Argentina, con base en declaraciones del psiquiatra que atendía a la jefa del gobierno. El reporte, firmado por el periodista Franco Linder, reveló que a la Presidenta le habían recetado Rivotril, un ansiolítico de uso común en su dosis mínima de 0.5 miligramos en combinación con un antidepresivo para prevenir los picos de estrés. Los portavoces del gobierno no desmintieron el reporte, y el diario madrileño El Mundo prosiguió con la saga sobre la salud de Cristina Fernández ya el 21 de mayo de 2011. Su corresponsal en Buenos Aires, Ramy Wurgaft, publicó que las complicaciones de salud de la mandataria surgieron a raíz de los efectos secundarios de los fármacos, sumados a la creciente presión psicológica que debe soportar.

El uso de Zentium —según el reporte— acentuó en la Presidenta su predisposición congénita a las abruptas caídas de la presión arterial, y la frecuencia de esos bajones aumentó tras el fallecimiento de su esposo Néstor Kirchner. A partir del fatal 27 de octubre del 2010, cuando enviudó, los episodios de lipotimia se volvieron tan frecuentes que la propia paciente acuñó una expresión para describir el efecto que le producen: “Un pum para abajo”. Entre diciembre y mayo de 2011 la Presidenta sufrió cinco recaídas que la obligaron a suspender sus actividades oficiales; luego vendría la cancelación de sus viajes a Paraguay y México, así como la suspensión de actividades en víspera de las elecciones en las que fue reelecta.

El reporte del corresponsal del diario español indicaba que para contrarrestar la caída de la presión arterial, Cristina bebía Gatorade en su versión Orange Ice, rica en sales minerales, y que también toma etilefrina, una droga con efecto antidepresor. “Y como además sufre de dolor en las cervicales, los médicos le recetaron el antiinflamatorio Diclofenac y Pridinol para relajar los músculos. Para combatir la disfonía, otro síntoma de ansiedad, toma corticoides por vía oral”. Cualquier paño frío para la salud de la Presidenta hace recordar que la última vez que su esposo ingresó al hospital, por la obstrucción de la carótida, sus médicos dijeron que “Néstor está bárbaro (muy bien)”. A los pocos días, falleció.



¿UN TRASTORNO BIPOLAR?
El nueve de enero de 2009, la Presidenta presentó un cuadro de lipotimia que la obligó a cancelar todos sus compromisos durante varios días y a postergar durante dos semanas sus viajes a Cuba y Venezuela “por prescripción médica”. El ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Taiana, llamó al jefe de la diplomacia venezolana, Nicolás Maduro, y el propio presidente de Cuba, Raúl Castro, envió un mensaje a Cristina para “que no se preocupe” y avisarle que la esperaba 10 días después. El hombre que carga con la responsabilidad de la salud de la Presidenta, el doctor Luis Bounomo, al frente de la Unidad Médica Presidencial, tuvo que emitir un parte médico: “En atención al episodio de lipotimia y deshidratación presentado el día de ayer por la Presidenta de la Nación, del cual se recupera con tratamiento sintomático, se mantiene la recomendación médica de reposo por 48 horas y la de no viajar hasta que nuevos controles diarios lo permitan”.

Néstor Kirchner, a quien le quedaban menos de dos años de vida, dijo entonces: “Cristina sufrió una descompensación por el calor, pero no fue nada grave. Somos pingüinos, no nos acostumbramos al calor”. Pero en privado, su temperamento explosivo detonó: “¿Cómo que no puede viajar a Cuba? No podemos suspender esa gira. ¡Es una locura!”, gritó alterado al doctor Luis Buonomo. “Ella tiene que hacer reposo, Néstor. Por lo menos un par de días más”, aseguró el galeno.

Pese a ello, Kirchner se mantuvo en sus trece: “Es un disparate, hay que viajar como sea”, insistió el esposo de la Presidenta.

Este diálogo entre Kirchner y el médico de su esposa forma parte de un extenso reporte publicado por Noticias con base en información de fuentes médicas cercanas a la mandataria y que contradecían la información oficial: “¿Una semana en cama por una lipotimia? No fue eso, la verdad es que Cristina no está bien emocionalmente”, dijo a la revista un médico que pidió mantener el anonimato, pero que ha atendido a Cristina Fernández desde hace varios años. El médico agregó: “Buonomo es cirujano, su fuerte no es la medicina preventiva, y entonces pasan estas cosas. El médico de cabecera de un Presidente debería ser alguien más sistémico. Buonomo vive en Río Gallegos (en la Patagonia argentina) y sólo acompaña a la Presidente en los viajes al exterior”.

A Néstor Kirchner, pragmático e incansable, se le escuchó decir muchas veces: “No hay que deprimirse. Yo trato de estar lo más lejos que puedo de la depresión y de la euforia...”; pero, según sus allegados, pronto se acostumbró a los pozos anímicos de su esposa, sus raptos de alegría y sus momentos de irritación. Poco después de su muerte Noticias volvió a investigar el comportamiento de la viuda Presidenta y citó a uno de los psiquiatras que la ha tratado: Cristina “sufre de trastorno bipolar, antes llamado psicosis maniaco depresiva. Es una enfermedad que combina picos de euforia con otros de depresión, que afecta a entre tres y cuatro de cada 100 personas y que se estabiliza con tratamiento psiquiátrico y una adecuada medicación: la droga más antigua es el litio, y a eso se suman dos sustancias químicas como el divalproato y la lamotrigina, a las que los especialistas llaman ‘estabilizadores del ánimo’”. El nombre del psiquiatra de Cristina fue guardado en el anonimato por la revista, pero indicó que el médico citado es “una eminencia en trastorno bipolar y atiende a unos seis pacientes por día en su consultorio porteño”. Esa vez tampoco hubo ninguna confirmación ni desmentido del gobierno.

La Presidenta ha sido objeto de varias biografías, pero la mejor aceptada es la de la periodista Sandra Russo, del diario Página 12. Sobre su difunto esposo dice Cristina: “Teníamos peleas memorables”, y sonríe, como reconfortada por el recuerdo. “Arrancamos así, peleándonos, el día que nos conocimos, cuando éramos estudiantes de Derecho, en la década del setenta. Discutíamos por todo, por cosas que nos parecían muy importantes y cosas que eran tonterías. Pero nos peleamos siempre, desde el primer hasta el último día. Las discusiones las terminaba cualquiera de los dos, el que creía que iba ganando”, de acuerdo con la biografía La Presidenta. Historia de una vida, publicada en julio pasado. Su pasión política, imbricada con su matrimonio de 35 años, los acompañó hasta el final: “Esa noche estábamos ahí, en el sillón, mirando televisión. El hacía zapping. Y de pronto apareció el gordo D’Elía (dirigente sindical amigo de los Kirchner). Le preguntaban quién le gustaba más como candidato a la presidencia, si Néstor o yo, y el gordo, después de que le insistieran mucho, dijo: ‘Bueno, le voy a dar una respuesta de Néstor: él decía ‘En la facultad yo era un cuatro y Cristina era un 10’. Nos reímos, y Néstor dijo: ‘Gordo traidor’. Me causó tanta gracia, tanta ternura, que me estiré hasta la punta del sillón donde estaba él y le di un beso en la boca. Fue el último beso que le di. Después nos acostamos y pasó lo que pasó”.



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La muerte de Néstor Kirchner
“La muerte de este pibe mató a mi viejo. Son todos unos hijos de puta”, le aseguró Máximo Kirchner al periodista de izquierda Horacio Verbitsky durante las exequias de su padre, el ex presidente Néstor Kirchner. Se refería al asesinato de un joven del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, ocurrido durante una protesta de trabajadores del Ferrocarril el 20 de octubre de 2010. El ánimo del ex presidente fue alterado por el revuelo político que se armó cuando el principal sospechoso de haber disparado al militante apareció en una foto departiendo en un bar al lado del ministro de Economía, Amado Boudou.

En su última aparición pública, el ex presidente Kirchner se puso al frente de la investigación del gobierno de su esposa Cristina Fernández y dos días después anunció que el caso tendría novedades a la brevedad. En ese clima político, la pareja presidencial de Néstor y Cristina se dirigió el 26 de octubre de 2010 a la ciudad patagónica de El Calafate, en los confines del continente, su refugio en la entrada de la región de glaciares, donde las nieves perpetuas crean gigantescas masas de hielo que descienden de las montañas. El sobrecogedor escenario de la Patagonia le dio a la pareja presidencial su mote de Los pingüinos.

Nelson Castro escribió una crónica de las últimas horas del ex mandatario, según la cual, en su última noche, el ex presidente atendió problemas del oficialista Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires y compartió su última cena con Lázaro Báez, un hombre rico y poderoso durante los años de Kirchner como gobernador de la provincia de Santa Cruz, su tierra natal patagónica. “Los Kirchner se fueron a dormir a eso de la una y media de la mañana. Horas después sobrevendría el drama. A eso de las siete y media, Néstor Kirchner despertó desasosegado, con un severo dolor en el pecho y falta de aire. Intentó incorporarse y al hacerlo perdió el conocimiento. Cayó pesadamente y en la caída, su cara golpeó contra el borde de la mesita de luz. Ello le produjo una herida cortante en su frente. Desesperada, la Presidenta hizo llamar al médico de la Unidad Presidencial que estaba de guardia en el hotel propiedad de los Kirchner ubicado al lado de su casa. Cuando llegó el doctor Allen González el ex presidente estaba inconsciente y en paro cardíaco. Inmediatamente ordenó llamar al Hospital José Formenti, tomó el desfibrilador y aplicó una descarga sobre el pecho desnudo de Kirchner. El corazón del ex presidente no respondió. Continuó con las maniobras de reanimación, que incluyeron la aplicación de una ampolla de adrenalina intracardíaca. Tampoco hubo respuesta. A las ocho menos cinco llegó la ambulancia con el equipo médico del hospital. Decidieron trasladarlo de inmediato al centro asistencial”.

DOS INFARTOS
“No me dejes, por favor, no me dejes”, era la súplica de la Presidenta ante el cuerpo de su esposo, que seguía sin responder a las incesantes maniobras de reanimación. El ex presidente ingresó a las ocho y 10 de la mañana al hospital, donde 16 médicos continuaron con la aplicación del protocolo de resucitación cardiopulmonar: “Fue una lucha denodada. La Presidenta permaneció en todo momento en la sala, y una de las médicas del equipo fue la encargada de darle el detalle de lo que estaba pasando con su esposo. Lamentablemente, todos los esfuerzos fueron vanos y cumplidos los pasos y tiempos de los protocolos de reanimación, no hubo más que la evidencia de la realidad: el ex presidente había fallecido. Al lado del cuerpo su esposa lloró con dolor y entereza. Eran las nueve y cuarto de esa fría mañana en El Calafate”.

De acuerdo con el médico, lo más probable es que la causa de la muerte de Kirchner haya sido un nuevo infarto agudo de miocardio: “Los dos severos episodios vasculares que sufrió a lo largo de 2010, el primero carotídeo, en febrero, y el otro coronario, en septiembre, fueron dos alertas que el ex presidente desoyó. Vanos fueron los intentos de sus médicos de hacerle tomar conciencia del delicado estado de sus arterias y de la necesidad imperiosa de bajar los niveles de estrés a los que se exponía en su vida diaria. El último fin de semana había sido particularmente tenso. El inesperado vuelco que tuvo el caso de Mariano Ferreyra, el joven militante del Partido Obrero asesinado en los confines de la Capital Federal por una patota que respondía a la Unión Ferroviaria, lo tenía ‘caminado por las paredes’, como lo describió un legislador de trato diario con el esposo de la Presidenta. Por eso, cuando a las siete de la mañana del miércoles 27 de octubre de 2010 la presidenta Fernández de Kirchner advirtió la extrema gravedad del cuadro que padecía su marido, la situación médica era ya irreversible”.
Víctor Flores García

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