lunes, 28 de marzo de 2011

Guerras falsas.

Por Hernán González G.

Junto a la crueldad de las guerras dizque en favor de la justicia, la democracia y la lucha contra el narcotráfico, en las que la población civil masacrada se considera mero daño colateral”, las guerras sordas, por no decir cínicas, de los monopolios y duopolios nacionales, exigiéndose unos a otros cumplir con las obligaciones que la ley les impone como simples concesionarios.

Entonces la ciudadanía mira asombrada cómo las televisoras “descubren” y hacen como que denuncian las tarifas excesivas e injustificadas que el gobierno federal en turno permite al monopolio telefónico, en tanto éste señala con dedo flamígero la irresponsabilidad social de los alegres concesionarios de televisión al servicio de ese mismo gobierno, sin voluntad política para combatir la extendida actividad monopólica, al tiempo que la ley antimonopolios no acaba de ser aprobada por nuestros inefables diputados y senadores, en vergonzosa claudicación democrática e inexcusable traición a la patria, o lo que se entienda por ésta, y a sus ingenuos votantes.

Democracia tramposa que tolera guerras falsas entre los beneficiarios de un sistema en perjuicio de una ciudadanía enajenada, con insuficiente salud física, mental y emocional, instalada en ese fatalismo en que la vida y la muerte se vuelven destino inmodificable… por órdenes superiores o voluntad divina.


Y mientras otro secretario de Educación más comete la grosería de premiar a unas televisoras, indiferentes hasta el hartazgo con su responsabilidad social como concesionarias de un bien de la nación en una sociedad urgida de revisión de valores, reducación y motivación en favor de un desarrollo más elevado e imaginativo que segundos pisos para automóviles, se “descubrió” que a la mitad de los mexicanos no le interesa la cultura y pasa más de dos horas diarias frente al televisor. Son los resultados de la educación mediante futbol, telenovelas, noticiarios, series gringas, vulgaridad y productos mágicos en las televisoras premiadas por el aturdido secretario.

Pero esa desbocada irresponsabilidad informativa ya se revirtió, por lo que el jueves los concesionarios de televisión y otros medios firmaron, contritos, el Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia. Lo que no pudieron reconocer firmantes ni declarantes es que esa sobresaturación de violencia televisiva era para alcahuetear a un gobierno sin autoridad y elevar el rating, no para informar y prevenir.

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