martes, 29 de marzo de 2011

Frustración y desesperación.

Teresa del Conde

El domingo 27 fui testigo de un hecho que tiene que ver con los resultados del examen de admisión en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Después de escuchar a los padres de un joven, egresado de preparatoria particular, que lo hizo para ingresar a la Facultad de Psicología, expresé tímidamente mis dudas respecto de su posible admisión.

Dudas que resultaron justificadas; la persona no fue admitida. Durante el lapso que transcurrimos dialogando digamos que “en familia” hubo varias llamadas telefónicas, consultas en la página web y finalmente sobrevino la noticia adversa. El aspirante sólo reunió 30 aciertos de los 130 o más reactivos del examen, mismo que abarcó unas tres horas y media para su resolución.

Son innumerables los comentarios que se hacen al respecto. La UNAM, universidad pública, no necesita defensa alguna, pero voy a intentar explicar mi punto de vista en relación con aquellos casos considerados “de rechazo”.

No hay “rechazo”. La UNAM no puede absorber a toda persona que desee ser admitida en ella a veces como un “paliativo”. De sobra sabemos que las posibilidades de admisión abarcan aproximadamente sólo 10 por ciento de quienes aspiran al ingreso y que éste implica requisitos estrictos, no únicamente respecto del promedio logrado en el bachillerato, sino igualmente en la resolución del examen.

Se escucha decir que los exámenes están manipulados. No hay tal; son por área y las admisiones corresponden a quienes alcanzan los porcentajes previstos, de acuerdo con los respectivos cupos en cada carrera. De retacar los cupos por encima de las posibilidades de la instancia respectiva, la efectividad en la preparación decaería irremisiblemente.

El ejemplo concreto al que me refiero presentaba una serie de asegunes. El aspirante había intentado en ocasión pasada ingresar a arquitectura en una universidad privada. No resultó. A continuación cursó un propedéutico encaminado a presentar examen para ingresar en la Facultad de Medicina de la Universidad La Salle. No alcanzó admisión. Dado lo cual optó por psicología en la UNAM. Previamente tomó uno de los consabidos cursos que se imparten “para pasar el examen de admisión”.

Desde el ángulo de las posibilidades, tal cosa resultaba en cierto modo factible y si sobrevino el fracaso éste se debió, no al examen, sino a que el aspirante no pudo resolverlo porque no sólo no contaba con los conocimientos suficientes, sino que incluso carecía de conocimientos básicos, toda vez que sus aciertos fueron bajísimos. El natural “nerviosismo” no alcanza a explicar el hecho.
¿Qué causas pueden aducirse? Suele suceder que no se conocen de antemano los curricula académicos de la carrera que se pretende cursar ni se estudia a conciencia la guía (enorme) que se proporciona a cada aspirante. Pareciera entonces que la cuestión de admisión se deja en manos del azar.

La UNAM, recipiendaria del Premio Príncipe de Asturias, entre otras cuestiones debido a que se trata de una universidad pública, se encuentra –según encuestas realizadas– entre las 75 mejores universidades públicas del mundo, un poco por encima de Essex y de la Complutense y por arriba de otras universidades de América Latina.

Imparte 85 licenciaturas. Yo pienso que no procede aspirar a cualquiera de éstas si no se tiene cierta vocación y disposición al respecto. ¿Qué tiene que ver arquitectura con sicología?, algo, sin duda, pero en lo fundamental, poco.

¿Existe carencia? Sí, existe. Sobre todo respecto de la impartición de carreras técnicas cortas, pero la UNAM no cuenta entre sus metas con la enseñanza pericial en oficios y vaya si eso es una necesidad que podría ocupar los intervalos educativos de decenas de miles de jóvenes: mujeres y hombres.

Las escuelas de artes y oficios que existen en nuestra ciudad no alcanzan a llenar tales expectativas y los institutos técnicos suelen ser lo que se conoce como escuelas patito, que de ningún modo alcanzan un estaus lejanamente cercano al del Politécnico.

¿Puede haber paliativos? Se pensaría que sí: orientación vocacional previa, mayor número de becas en las universidades privadas, creación de carreras que procuren oficios remunerados por parte no sólo del gobierno sino de la iniciativa privada.

Conciencia de parte de los aspirantes y de sus progenitores respecto de lo que se puede esperar en materia educativa superior y aumento de presupuesto a las opciones de educación a distancia.

Algo importante a realizar intramuros es lo siguiente: ¿qué porcentaje de ingresados llegan a terminar la carrera y a titularse?

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