jueves, 24 de febrero de 2011

Las mujeres ¿la mitad del cielo?

Tan de sentido común como ese proverbio chino que dice que las mujeres sostienen la mitad del cielo, es esta otra frase del escritor Mark Twain.

- ¿Qué serían los hombres sin las mujeres?

- Escasos, señor, muy escasos.

Este libro titulado La mitad del cielo no va de ajustes de cuentas ni de repartos equitativos por género. Esta es la historia de muchas mujeres en el mundo de hoy. Seres humanos. Somos la mitad, la peor mitad, vienen a decir los periodistas Nicholas D. Kristof y Sheryl Wudunn (su esposa, chino americana, cuentan en la solapa, es la primera ciudadana de origen asiático que ha ganado un premio Pulitzer, celebrémoslo).

Ambos han escrito un texto extraordinario, detallado y sentido sobre las condiciones en que sobreviven millones de ellas, víctimas de malos tratos, de hambre, explotación y trata, de muerte anunciada por sólo por nacer mujer. Somos una mitad muy discriminada. Y dan datos: en los últimos cincuenta años han muerto más niñas que hombres en todas las batallas libradas a lo largo del siglo XX.

Personalizan esta situación infernal en las historias de Srey Rath o Meena Hasina (obligadas a prostituirse en Camboya e India), Naeama Azar (agente inmobiliaria, quemada con ácido en Pakistán), Ummi Ababiya (condenada a morir de hambre por ser niña en Etiopía), Zoya Najabi o Zainab Zalvi (una casada de niña en Afganistán, otra por la fuerza de la tradición en Irak), Prudence Lemokouno (que perdió a su hijo al ser desatendida durante el parto en Camerún)...

Y así, una tras otra. Tantas como para traer aquí esa cita de Catherine A. MacKinnon en Are women human? "¿Somos ya humanas las mujeres? Si lo fuéramos, ¿nos tratarían como a mercancías y nos enviarían en barco desde Tailandia a trabajar en los burdeles de Nueva York? ¿Nos amputarían los genitales para limpiarnos? ¿Cuándo seremos seres humanos las mujeres? ¿Cuando?". Buena pregunta.

Lo especial de este libro es que habla, además, sobre muchas otras mujeres que han convertido esa discriminación en gasolina para el cambio, consiguiendo transformar su propia vida y la de los demás con una cerilla apenas: oriundas que han abierto escuelas, hospitales, y crean redes aquí y allá, utilizando lo que de bueno tiene la ayuda internacional y lo que quiera que sea que encuentran a su alcance. Pero también extranjeras, alejadas en su mayoría de los caminos trillados y esa prepotencia de muchos organismos internacionales, que observan el mundo desde sus todoterrenos, hacen que hacen algo, un día se cansan o el proyecto no les cuadra y se van.

Un total de 14 señoras aquí y allá que son catalizadoras, agentes de cambio (ver http://www.halftheskymovement.org/). "A través de estas voces vemos cómo la clave del desarrollo económico tiene una relación fuerte y estrecha con el desarrollo del potencial femenino", dicen en la promo de este libro que publica en España ahora la editorial Duomo Perímetro. De ahí el subtítulo: Mujeres de todo el mundo que han convertido la opresión en una oportunidad. Pero, ay, las mujeres son agentes de cambio desde que el mundo es mundo.

El problema es que no lo vemos, ni las vemos. Ni siquiera ahora que existen tantos medios distintos para mirar. ¿Nadie observa a las inmigrantes que limpian en su casa u oficina, a las que despachan en los supermercados, etcétera... sacando adelante a familias enteras a miles de kilómetros de distancia? ¿No las hemos visto promoviendo el cambio en las calles de Túnez o Egipto? ¿No las vemos, oímos o leemos saliendo al paso tantas y tantas veces contra los prejuicios y los estereotipos que hablan sobre mujeres sometidas sin más en Asia, en África?

¿No sabemos que mueren por acceder a la educación, por pretender una vida mejor para sus hijos, por iniciar negocios, por buscar financiación...? ¿Nadie ha visto hasta ahora que son ellas mismas las que pelean desde la base para romper con los tabúes, las tradiciones, las instituciones que las aprisionan...? Pues aquí tienen el vídeo de lo que se vivió en el último Foro Social Mundial, en el que una mujer resume lo que trataron allí mujeres de todo el mundo.

Impactan Kristof y Wudunn con este libro. Porque ambos son escritores, buenos escritores, y periodistas de The New York Times. Porque han tenido suerte. Y tiempo: la posibilidad de trasladarse aquí y allá en el mundo, detenerse lo suficiente para mirar bien, conversar calmado y contar extenso, en un momento en que los medios tienden, por costes y otras razones, al beneficio de la noticia inmediata, a mostrar la superficialidad y el espectáculo de la desgracia y la muerte.

Y basta. También nosotros llegamos en nuestros todoterrenos al lugar, miramos rápido, y nos vamos. Cuando se editó en Estados Unidos, La mitad del cielo (publicado por Duomo Perímetro ahora en España) se convirtió de inmediato en super ventas. Que lo sea, no es extraño: lo merece.

Lo que es sorprendente, en verdad, es la reacción ante él. De lectores, de críticos, pero, sobre todo, de periodistas: como si les acabaran de descubrir América. Lo mostraba, sin querer, Sol Gallego Díaz en este periódico hace un año: "Creo que éste es uno de los libros más importantes que he leído en mi vida", escribe, asombrada, Carolyn See, crítica de The Washington Post. Vaya. Que me perdone Carolyn See, pues sólo la pongo como ejemplo. Pero ¿estaba ciega ante las noticias constantes de, pongamos, la situación en que malviven las latinoamericanas en su frontera con México?

¿Le suena de algo lo de Ciudad Juarez? Bastaría darse una vuelta por la web Trafficking in Persons del Departamento de Estado estadounidense para enterarse de cómo está el patio de este mundo. Si una busca allí el apartado Country Narratives verá lo que es narrar y enumerar verá los pequeñas (o grandes) que se quedan las historias de estas páginas.

"Este libro pretende cambiar una dinámica y un paradigma", aseguraba la prestigiosa The New York Review of Books, en el mismo artículo. Ah. Un paradigma. Pues va a ser que todavía no. ¿O es que no nos miramos con detenimiento las notas con que ong, instituciones macro como UNICEF o ACNUR y asociaciones varias están bombardeando en este mismo instante las redacciones, contando la situación en la que vive la mayoría del mundo? Un goteo de datos cotidiano sobre esclavitud, trata, prostitución, violencia de género, pobreza extrema, muerte en el parto...

Sobre condiciones de vida de hombres, mujeres y niños/as lejos o cerca, en tu calle, tu ciudad o país. ¿Ceguera total? ¿Cansancio ante algo tan repetido que deja de ser noticia? ¿Falta de gancho a la hora de contarlo? Más bien, indiferencia.

Y ahí es donde Kristof y Wudunn atacan. Y acusan. ¿No estamos haciendo ahora lo mismo que se hizo durante tantos siglos con respecto a la esclavitud? ¿No tenemos el mismo comportamiento? Lo consideramos normal. Aceptamos la injusticia (¡Qué mal está el mundo, que se le va a hacer, algo habrán hecho los pobres...), la miseria de otros, sus condiciones de precariedad como parte natural de la vida. Creemos así, incluso, que ellos lo merecen. Y que si usted o yo no sufrimos esas mismas condiciones es quizá porque ¿nosotros lo valemos? Ah, la prepotencia del primer mundo no tiene igual.

Ya lo dijo en su día Milton Friedman, el gurú pro libre mercado y a cualquier precio de la era hiperconservadora de Reagan. "La vida no es justa. Se siente la tentación de creer que el Estado puede rectificar lo que la naturaleza ha engendrado. Pero también es importante reconocer cuánto nos beneficiamos de esa injusticia que tanto deploramos...". Qué retrato tan fiel de nuestro tiempo.

Por Lola Huete.

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