martes, 23 de noviembre de 2010

El discreto encanto de la burguesía.

No podemos negar que la burguesía ejerce sobre muchos una atracción irresistible. El mundo de los ricos es una fantasía para los que venimos de las decadentes clases medias, de esas clases medias depauperadas por las crisis constantes. Entonces el voyerismo que practico al ir a observar a la burguesía en sus sitios de encuentro, le hallo gran utilidad para poder escribir mis historias, ellos y ellas me proporcionan un valioso material sobre la condición humana.

En Guatemala, los ricos "se han apropiado" de varios centros comerciales, aunque en realidad se los han construido especialmente para que ellos vayan ahí, y los que no somos ricos vamos a verlos gastar a manos llenas, con gran envidia.

Hay un centro comercial chico, exclusivo en la Zona 10, la Zona Viva, esa zona que parece un trozo de cualquier ciudad estadounidense. Ese centro comercial se llama Fontabella, por ahí circulan todos los días y los fines de semana solo GCU (Gente Como Uno), así dicen ellos. Docenas de chicas hermosas caminan muy orondas luciendo sus palmitos por los pasillos y los restaurantes del lugar, bellas de día y de noche.

Suelo acudir a un restaurante que lleva el nombre incorrecto de la "Vinoteca", pues debería llamarse "La Enoteca" para ser respetuosos de la lengua española. Van muchos jóvenes de ambos sexos y algunas personas de la mediana edad, a comer platillos poco elaborados y a beber vinos de todo el mundo. Yo soy amante de los vinos tintos chilenos, y ahí los voy a degustar, aunque las tres copas que sirven son apenas unas muestras diminutas.

Estaba yo sentado en la barra de la Vinoteca paladeando los vinos tintos de Undurraga, cuando una señora, de unos 50 años, guapa, distinguida, elegante con sobriedad, se sentó a mi lado y pidió Oporto. Mientras se lo servían, yo la observaba de arriba a abajo, de un modo discreto. Me parecía la señora una esposa modelo, madre ejemplar, de esas que todo lo que reflejan es la perfección en dos pies.

En un momento fugaz nuestras miradas se cruzaron, y ambos sonreímos como lo hace la gente decente. Es una muestra de cortesía y ya.

Yo bebía pausadamente las tres copas de vino tinto, eso de las tres copas es porque así lo exige el menú a los comensales, no se pueden pedir cuatro u ocho, solo tres copas por tanda.

Ella, la señora elegante, si podía ordenar la cantidad de copas de Oporto que deseara, y así lo hizo. Llevaba ya unas cinco copas entre pecho y espalda.

Entornó los ojos y se dirigió a mi: usted no es de aquí, verdad? Yo soy muy observadora. Aquí nadie se viste como usted, todo de blanco y con sombrero blanco también, más parece cubano, ¿verdad? Su color moreno bronceado, me hace suponer que viene de un país caribeño, es verdad, ¿no?

Le aclaro que aunque soy guatemalteco, mi acento y la vestimenta no corresponde a los usos y costumbres de aquí, que estoy consciente de ello. Ya que he vivido fuera del país casi por un medio siglo. En realidad, le afirmo, soy un turista en mi propia tierra.
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Pues déjeme decirle que soy una mujer afortunada, estoy felizmente casada con un hombre muy importante de este país. Le soy fiel y obediente a él. Le alcanzo a comentar que la fidelidad es solo para los aparatos de sonido y para los perros. NO le hace gracia mi gracejada.

Estoy esperando a un par de amigas para celebrar mis 30 años de casada, pero ya se tardaron. Le parece que mientras llegan ellas, conversamos un poco sin más intención que la de conocernos y ya, ¿de acuerdo?

Acepto el trato, solo nos vamos a conocer. La bella señora rica, estaba algo embriagada por los incontables Oportos que había bebido a lo largo de una hora de espera.

Le puedo preguntar algo, y me contesta con sinceridad: ¿le parezco atractiva? contesto afirmativamente.

Si le digo mi edad, no me lo va a creer, parezco más joven de los años que en realidad tengo, pero no voy a decirle cuántos tengo, no es propio de una dama de mi edad.

A usted qué tipo de mujer le gusta más. Yo respondo, que me agradan las mujeres inteligentes, con sentido del humor y con una mente abierta a la sexualidad, liberales, pues.

Ay, que bueno que yo no encajo en ese modelito suyo de mujer, yo soy muy consevadora y católica. Puedo respirar tranquila.

Amo a mi marido inmensamente, y claro a mis dos hijos también. Mi marido y yo nacimos uno para el otro, andamos juntos desde que teníamos 17 y 16 años. Nos conocemos como la palma de nuestras manos. ¿No le parece hermoso?

Oiga señor, no se estará usted imaginando que soy una señora loca, una busca-hombres, ¿verdad? Niego con un movimiento de cabeza.

Usted no está tratando de seducirme, porque ya le dije que amo a mi marido, y no me gustaría traicionarlo, siendo el tan lindo y cariñoso conmigo, no se lo merece.

Esta conversación no pasa de aquí, de esta raya, ¿verdad? Usted no tiene otras intenciones inconfesables. Niego con la cabeza.

No nos hemos presentado por estar enfrascados en esta amena conversación. Yo soy la señora fulana de tal, y menciona una retahila de nombres y apellidos que suenan irreconocibles para un turista como yo. Para ella todos esos apellidos que porta, deben significar demasiado para una sociedad colonial o medieval como la guatemalteca, pero a mi no me dice absolutamente nada.

Ella observa que al pronunciar sus nombres y apellidos me dejan indiferente, como si me leyera el estado del tiempo. Se turba un poco, ante mi indiferencia a su rancio abolengo.

Me pide una tarjeta de presentación, se la entrego, la lee detenidamente...psicoanalista...escritor...mexicano por adopción, qué interesante señor. Además ahí están anotados los sitios que poseen la Internet, el blog y el correo electrónico. Las coordenadas de mi vida en la actualidad.

Nos miramos fijamente y le digo que tengo que marcharme a casa, que fue un placer haber conversdado con ella, aunque a decir verdad, yo casi no hablé, ya que ella no paró de hablar todo el tiempo que pudo.

Me despido y ella me laerga su mano derecha, yo la tomo y le beso la mano, ella se
se pone nerviosa y le causa una risita incontrolable.

Salgo algo mareado de ahí no por los vinos sino por la catarata de palabras que ella vertió sobre mi frágil persona.

Llego a casa, enciendo la computadora para revisar mis correos y ver que hay en el blog, y me encuentro una serie de correos enviados desde una blackberry, en donde abundan los elogios y las proposiciones más indecorosas que he leido en mi vida...

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