martes, 30 de noviembre de 2010

El Amor , la Soledad.

Merecida o inmerecida la reputación de la filosofía, tampoco es que la literatura la rescate del fango. A menudo los libros son farragosos, mal traducidos, sin pasión, planos, literales y, por tanto, sin ninguna posibilidad de seducir al gran público. Raramente usted escuchará que un libro de filosofía ocupe un lugar especial en el "top ten" de ventas o que las librerías llenen sus estantes (en virtud de la demanda excesiva) con este tipo de literatura.

La filosofía nació sin fortuna.

A no ser por ensayistas como José Ortega y Gasset, Jostein Gaarder o Fernando Savater, que han popularizado el estudio de la filosofía y la han hecho digerible al vulgo, la filosofía hace tiempo estaría sepultada y sin posibilidad alguna de resurrección.

Estos ensayistas que son más bien, al menos para algunos, filósofos light, han hecho una gran labor editorial con textos al alcance de la mayoría de lectores. En la misma línea se sitúa André Comte-Sponville al ser un filósofo de pluma ligera y prosa elegante. Su pensamiento no está dirigido a consideraciones abstractas ni especulaciones inútiles. Se centra, básicamente, en hacer del ejercicio reflexivo un instrumento para conseguir la felicidad. O sea, para él tiene sentido la disciplina que busca la verdad si con ésta se puede ser feliz.

Por eso, sus grandes maestros, esos a los que frecuentemente cita, son: Pascal, Montaigne, Buda, Wittgenstein, Krishnamurti, Epicuro y Spinoza.

La misión de Comte-Sponville parece ser ética, esto es, enseñar a los hombres a pensar para obtener una vida dichosa. De aquí que distinga entre filósofo y sabio. El filósofo es el teórico, el apasionado por los conceptos, el creador de sistemas, el articulador de ideas. Mientras que el sabio es quien ha abandonado los castillos artificiales construidos a base de definiciones y ha optado por el camino de la vida.

"Yo, siempre pensando en Epicuro, he formado para mi uso personal la siguiente definición que te ofrezco como respuesta a tu pregunta: La filosofía es una práctica discursiva cuyo objeto es la vida, cuyo medio es la razón y cuyo fin es la felicidad". D

Desde esta óptica, el pensador francés, es un filósofo vitalista. Pero no de esos arraigados en la tradición occidental (Nietzsche, Schopenhauer o Freud), sino al pensamiento budista. De este último le apasiona la idea de la disolución del yo, la concepción de eternidad, la renuncia al saber de erudición y la eliminación del dolor.

No hay felicidad, dice, sin desesperanza y renuncia. La elección de la felicidad exige también una espiritualidad, pero no la religiosa, sino la inmanente. Comte-Sponville se declara ateo, pero un increyente espiritual, místico, abierto a la trascendencia. La posibilidad es real, dice, y no hay contradicción entre ambas.

"Sí, eso es lo que yo he vivido a veces, por lo que podría ser legítimo, efectivamente evocar a los místicos. El hecho es que, sin pretender ser uno de ellos, doy mucha importancia a su testimonio.

Lo que dicen sobre el hombre y sobre el mundo es algo esencial. ¿Y sobre Dios? Eso depende de los místicos, y yo siento una especie de debilidad por los menos religiosos (...) Si me he interesado hasta este extremo por los místicos orientales, especialmente budistas, es porque hallaba en ellos esa espiritualidad puramente inmanente (sin otro mundo, sin esperanza ni fe) cuyo camino Spinoza -a su manera que es conceptual- ya me había indicado".

Esa espiritualidad encuentra su gracia fundamental en el silencio. Es a través de éste que se alcanza la plenitud y se descubre el camino. Callar para encontrarse, alcanzar el infinito y vaciarse de palabras. La verborrea no es sino un obstáculo para entretenerse con lo esencial, el Ser (con mayúscula). El nominalismo es una opción ético-mistíca.

"La vida no es una idea. Incluso añadiría: todas las ideas, en cierto sentido, nos apartan de la vida. Así pues, la filosofía no puede conducir a la sabiduría si no es con la condición de tender constantemente a su propia abolición: el camino está hecho de pensamientos, pero en el lugar adonde conduce ya no hay caminos.

¿Se acabó el pensamiento? En todo caso, se acabó el pensamiento teórico: lo real es suficiente, la vida es suficiente, y eso es lo que yo llamo el silencio".

De igual manera, Comte-Sponville afirma la necesidad de la soledad que distingue, a la vez, del aislamiento. Estar aislado, explica, es estar sin contactos, sin relaciones, sin amigos, sin amores, y eso, por supuesto, es una desgracia. Estar solo es ser uno mismo, sin recurso a los demás, y ésa es la verdad de la existencia humana.

"La soledad es la regla. Nadie puede vivir por nosotros, ni morir por nosotros, ni sufrir o amar por nosotros. Eso es lo que llamo la soledad: no es más que un nombre distinto para el esfuerzo de existir.

Nadie vendrá a llevar tu carga, nadie. Si se puede dar a veces la ayuda mutua (¡y es cierto que se puede!), eso supone el esfuerzo solitario de cada uno, sin lo cual -excepto en el caso de ilusiones- no podría darse.

Así pues, la soledad no es el rechazo del otro, por el contrario, aceptar al otro es aceptarlo como otro (...) El amor no es lo contrario de la soledad: es la soledad compartida, habitada, iluminada -y a veces ensombrecida- por la soledad del otro. El amor es soledad, siempre, y no porque toda soledad sea amorosa, faltaría más, sino porque todo amor es solitario".

1 comentario:

  1. Bolívar, esto es de lo mas sabio que he leído con respecto al amor y a la vida de uno mismo. Una gran filosofía!!!

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