martes, 12 de octubre de 2010

Maritza, una mujer bien formada.

Me llamo Maritza Aguilera de Herrera, tengo 50 años, y estoy bien casada, tengo 4 hijos jóvenes, dos varones y dos mujeres.

Vivo bien, porque mi marido es un médico muy prestigioso en Guatemala, y eso nos ha permitido tener varias residencias, una en la capital en un barrio residencial ubicado en la carretera a El Salvador, en el kilómetro 18, y otra en la costa del Pacífico, y finalmente una casona en Atlitlán, en Sololá. Me siento afortunada con la vida porque he podido disfrutar lo que la mayoría de guatemaltecos, ni siquiera lo pueden soñar.

Por eso traemos todos los carros con los vidrios polarizados, no tanto para que la gente no nos vea, sino al contrario para que nosotros no veamos a la gente, es muy deprimente para mi ver tanta pobreza por todos lados y demasiada inseguridad, por eso tenemos varios custodios que nos protegen todo el día.

¿Sí me va a publicar mi historia?

Yo fui una niña feliz, nací en una familia decente de Guatemala, originaria de Mazatenango. Fuimos 7 hermanos y a todos nos dieron buena educación, a pesar que mi padre era un ganadero pero sin educación escolar, apenas y sabía leer y escribir. El dispuso que yo, la hija mayor, estudiara en el Colegio Americano de la capital. Yo abrí la brecha para que mis hermanitos también estudiaran ahí, más tarde.

Yo era muy bonita, de hecho fui reina del carnaval de Mazatenango cuando cumplí los 18 años. Fue emocionante desfilar por todo Mazate y que la gente te aplaudiera a tu paso, y que además te lanzara flores a la carroza. Eso no se me olvidará jamás.

Prométame que cuando se publique mi historia, usted me manda una copia del periódico, porque mi historia le puede servir de ejemplo a muchas mujeres.

Yo quiero ser un libro abierto para usted, yo soy una mujer muy franca y honesta, y quiero contar las cosas tal como fueron.

A mi marido lo conocí en una vacaciones de Semana Santa que pasamos con mi familia en Atitlán, fuimos a conocer el lago maravilloso que solo habíamos visto en fotografías. Una noche, la del sábado de gloria, salimos a bailar mis hermanos y yo, a una discoteca de moda en esa época, La cueva de Alí Babá, ahí se encontraba mi futuro marido con unos compañeros de la facultad de medicina de la Universidad de San Carlos. Como en las películas: me vio, lo vi, nos sonreímos, nos gustamos y al rato ya estabamos bailando muy apretaditos los dos. Me apretaba tan rico a su cuerpo, que le sentía todas sus partes de hombre, a demás olía a una loción que me fascinó mucho, fue un aroma inolvidable. El todavía sigue usando la misma loción, porque yo se lo pido y yo se la compro.

Nos sentamos a platicar en un descanso de la música que estaba a todo volúmen, pero no escuchabamos casi nada nuestra conversación, así que mejor nos salimos a la calle a vernos a los ojos y sonreírnos maliciosamente, como diciendo, nos gustamos y por qué no nos besamos de una vez por todas, y dicho y hecho el se me lanzó directo a la boca y me plantó tremendo beso, largo y húmedo. Nos estremecimos los dos de la pura calentura.

¿Dígame, me estoy poniendo muy vulgar en el relato, o no?

Estabamos en lo oscuro, bajo la sombre de un árbol que tapaba el farol de la calle, eso era apropiado para los dos, porque me besó hasta que se cansó y me acarició lo senos y la nuca, ya no podía más el pobrecito. Y ahí sí, ni como ayudarlo, yo era vírgen y me educaron para que hasta el día de la boda, o mejor dicho en la luna de miel, yo me podría entregar plenamente a él. Y así fue, hasta que nos casamos por las dos leyes, la de dios y la de los hombres, conocimos el cuerpo del otro.

Mi marido, el doctor Herrera es un especialista en cirugía plástica, por eso ha podido hacer mucho dinero, porque las señoras encopetadas de la capital lo buscan demasiado para arreglarse la naríz, los párpados, y hacerse las benditas liposucciones para adelgazar sin hacer ejercicios, pierden hasta 40 libras las pobres.

¿La va ha publicar completa, sin censura, verdad? Yo, la verguenza la dejé a un lado hace rato. Se nota, ¿verdad?

Vivo en una mansión fabulosa, con todas las comodidades para mi familia. vivimos bien, lo que se dice muy bien. Viajamos al extranjero todos los años, siempre a Disney de Orlando, Florida, por complacer a los hijos chicos. Pero eso ya me hartó, quiero viajar sólo con mi marido el doctor Herrera y conocer los Estados Unidos. En alguna ocasión valoramos el irnos a radicar a Miami, porque las cosas en Guatemala estaban muy feas, había mucha violencia, una guerra civil.

Le cuento todo esto porque así me entenderá mejor, por qué quiero ser una mujer honesta y franca con mi marido, pero no puedo decirle la verdad desnuda, sería muy desagradable para él. El doctor Herrera es un hombre celoso, me controla demasiado y eso no me gusta, ni siquiera puedo salir con mis amigas a los cuchubales en los que participo tres veces al mes, con diferentes grupos, más que todo para liberarnos de los maridos unas tarde y contarnos nuestras vida. Es divertido y nos reímos a carcajadas y nos echamos nuestros traguitos fuerte.

En cierta ocasión mi marido me comentó que, mientras nos preparabamos para irnos a la cama a dormir, que qué me parecería a mi darme una retocadita en mi cuerpo, porque algunas partes estaban ya muy caídas y flaccidas. Yo le dije, que lo pensaría unos días.

Por fin, una semana después le comenté que me parecía buena su propuesta, porque era una manera de volver a tener sexo con mi marido, hacía meses que ya no me tocaba. No me lo planteó así, pero ese era el mensaje ni tan subliminal.

Y le pregunté, ¿ Y con quién me vas a recomendar? Pues, con el doctor Cazali,con quien fuimos compañeros en la carrera de medicina, y luego él se fue a especializar a Alemania y yo a España, y los dos tenemos la misma especialidad en cirugía reconstructiva. Confío mucho en su mano diestra. Es muy bueno con el bisturí.

Empecé a asistir al consultorio del doctor Cazali allá por la Diagonal 6 en la zona 10. El trato fue estupendo, me sentí valorada porque me dijo que no sabía que su amigo el doctor Herrera tenía una esposa tan hermosa.

Nunca hablamos de sus honorarios , sino solamente de lo que me haría como cirugía reconstructiva en determinadas zonas de mi cuerpo. Estuve de acuerdo con el procedimiento, las operaciones serían pequeñas y ambulatorias, no tendría que pernoctar en el Hospital.

Trazamos el plan general, y empezamos a la tarea de la recostrucción de mi cuerpo.

Fue un año completo de verlo cada 15 días al doctor Cazali, al principio no me parecía nada atractivo ni mucho menos, pero su trato suave y el mostrarme desnuda frente a él en más de 20 sesiones, para revisión u operación. Pues, me fue interesando más allá de lo profesional, ya como hombre sin bata blanca.

Un día que me estaba revisando la primera operación, detuvo su mano más tiempo de lo debido en esa parte delicada y sensible del cuerpo de una mujer. Claro me excitó, y pienso que él también se puso nervioso, porque noté una leve erección, apenas disimulada por la bata blanca.

Y muy serio me dijo: "Maritza, vamos a tener que vernos más seguido porque no me gustó como me quedó esa operación. La de la nariz y los párpados, están perfectas, pero ésta no me gusta nada el resultado.

¿Quiere que le cuente en qué terminó toda esta serie de operaciones sobre mi cuerpo?

Pues, el resultado fue que nos enamoramos el doctor Cazali y yo. Nos veíamos más seguido, con cualquier pretexto, y nos encerrabamos en su consultorio y ahí hacíamos el amor con gran pasión.

Lo que no le gustó de su primera operación es que los senos que me puso fueron demasiado grandes, exageradamente grandes, aunque el me los tocaba para ver como se comportaban los implantes de silicona; en esa época algunos implantes se reventaban y había que operar de emergencia, él doctor Cazali no quería que eso me pasará a mi, por eso me citaba a cada rato a su consultorio, y mi marido muy confiado me decía: nena ve a ver al doctor Cazali y dále saludos de mi parte.

Fue una linda experiencia con la ciencia médica, pero lamentablemente él doctor y yo éramos casados, felizmente casados y dichosos con nuestros matrimonios de tantos años.

Aquello solo duró un año y se acabó, mi marido como que se las olió. Porque el día que me preguntó cuánto iba a cobrar por sus honorarios su amigo el doctor Cazali, yo le contesté que mandaba a decir su amigo, que no iba a cobrar nada, que era un honor y un placer servirle al amigo de toda su vida.

2 comentarios:

  1. Ja ja ja, te felicito Bolivar por la interpretación de esa mujer tan insoportable, vacía y estúpida. Por momentos lo sentí exagerado pero recordé que si he conocido a mujeres así en el pasado.
    Que va con La Brenda, ella tiene una gran personalidad y es libre aunque sea vacía para muchas de nosotras.
    Así es nuestro país y los escaladores sociales. Aquellas que no repiten un vestido y lo que hacen, según me he enterado, es que lo compran, lo usan, lo mandan a la lavandería y luego tienen una máquina que puede colocar la etiqueta perfectamente de vuelta. Lo cambian, piden un vale para la siguiente fiesta. Que tal? Esas son las escaladoras que se quieren codear con las que tienen plata.

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  2. La superficialidad personificada en esa mujercita que tampoco parece haber cultivado su intelecto. Pobrecita.

    A todas luces un matrimonio cansado y ella en negación. Mejor no ve mucho no sea que no le guste lo que vea.

    El no la toca a ella quizas porque toca a otra. Ella se hace procedimientos para complacerlo. El mensaje subliminal de él es NO ME GUSTAS.

    A veces las personas se emparejan por las razones equivocadas y prolongan una situación que propicia ver en la calle algo que distraiga y saque del tedio.

    Enorme insatisfacción.

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