martes, 26 de octubre de 2010

Los escritores en búsqueda del tiempo perdido.

En el mundo de la literatura hay muchos modos de escribir y varias maneras de ser escritor. Los hábitos, mañas y peculiaridades de los escritores son infinitas.

Hay escritores que escriben con la mirada puesta en el reloj, otros contra el reloj y muchos otros, yo entre ellos, sin el reloj como capataz.

Los que se fijan en el reloj todo el tiempo, escriben cierto número de páginas por hora o por día; los que escriben contra-reloj redactan apremiados por las circunstancias (periodistas, incluidos); y los que escribimos sin el reloj como un dictador, lo hacemos cuando se nos da la gana, lo hacemos por el puro placer de escribir.

Esta clasificación arbitraria de los escritores y su relación con el "tiempo", no tiene nada que ver con la calidad de lo que se produce en un ámbito y otro.
Por ejemplo, la recién fallecida, Corin Tellado se impuso la necesidad de escribir una novela por semana, en ese extraño género denominado: "sentimental-comercial".

Los periodistas escriben obligadamente apremiados por el factor tiempo. Son obreros del minuto. Pero como todo en la vida, hay obreros del minuto pésimos, regulares y buenos.

Quiero rendirle un público reconocimiento y admiración a mi maestro de periodismo en México, el gran Miguel Ángel Granados Chapa. Él sí escribía bien, y a toda velocidad, en aquellas viejas máquinas mecánicas Olivetti de las redacciones de los periódicos unomásuno y La Jornada.

Viví en carne propia el apremio angustiante de entregar el editorial del día, a una cierta hora, previa al cierre de la edición para su revisión acuciosa de parte del director del diario. Los gocé y los sufrí esos 6 años dedicados al periodismo combativo.

El apremio con que escribimos los periodistas puede ser un freno o un acicate. Puede limitar el horizonte o la profundidad. También se gana en la capacidad de síntesis, la que, al descartar el detalle innecesario, exhibe lo esencial.

Para mi literatura hay que reconocer la escuela que me enseñó el periodismo mexicano.

Pero convengamos en una cosa cierta, no se puede escribir poesía viendo el reloj constantemente. Para escribir una buena poesía se requiere tener un cierto estado de ánimo adecuado para este tipo de creación. Al fin y al cabo, no hay poesía auténtica sin sentimientos y éstos no se evocan a la fuerza o a la mera voluntad del poeta.

La postura ideal del escritor con respecto al uso del reloj es ésta: mirarlo al terminar de escribir para saber cuánto tiempo le llevó elaborar ese texto. O sea, lo ideal es usar el reloj como control del tiempo pero no como látigo.

Sólo en las economías socialistas de la exURSS existían escritores profesionales a cargo del Estado, escribían por un buen salario lo que les ordenaban, vivían como burgueses acomodados, pero no experimentaban esas angustiosas horas de la creación apremiantes para un escritor libre.

¿Lo pasan mejor los escritores independientes que viven de su pluma?

Sí, porque son libres de escribir lo que se les antoje, aunque nadie les publique sus textos. Que equivale a gozar de la libertad de morirse de hambre literaria.

Los escritores independientes no se la pasan bien porque escriben para el mercado, ese mercado inculto que se guía por patrones comerciales y superfluos que hay que complacer. Se escribe para consumidores ignorantes e incultos.

Solamente en Francia pude darme cuenta que los críticos saben distinguir a un buen escritor aunque no venda en los estantes de los supermercados.

Quizá los escritores que se la pasan mejor son quienes tienen una ocupación adicional, un negocio, una empresa, un cargo en el gobierno (Embajador, es lo ideal).

Pero los que estamos en el limbo literario, solamente producimos lo que nos viene en gana y que nos lean quienes quieran hacerlo, eso ya es bastante gratificación en tiempos de la posmodernidad, en donde se deja de leer por causas ajenas a la literatura.

Yo sigo en el campo de los escritores libres y creativos, sin patrones ni relojes checadores.

1 comentario:

  1. Bravo Bolivar, Bravo!!!!! Ese es el escritor sensible, el despegado de ataduras y compromisos. Creo que hay una edad para todo y obstáculos también los hay.
    Considero a los que tienen que escribir por dinero, porque necesitan comer.
    Esto no lo hace mal escritor pero si comprometido con algo, ya no consigo mismo.
    Cuando el interés ya no es el dinero, se puede escribir cualquier cosa, el escritor manda. Se vuelve sincero, creativo. No es así? Es un Van Gogh a su pintura. Se es fiel a uno mismo.

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