viernes, 3 de septiembre de 2010

Hay que cambiar, mi vida.

Cuando se conocieron en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, allá por los años ochentas, Lucía y Federico se enamoraron perdidamente uno del otro, pensaban que eran almas gemelas.

Los dos eran estudiantes de Letras Francesas, muy aventajados y excelentes estudiantes ambos.

Al año de conocerse y vivir un atormentado romance, los dos tenían relaciones anteriores que no podía soltar, en realidad era una relación de cuatro y no de dos, lo que hacia muy complicaba esa nueva relación amorosa entre Lúcía y Federico, hasta que ambos decidieron cortar tajantemente a sus parejas de antaño y plantearse una nueva opción.

Al graduarse con los máximos honores académicos, con Summa Cum Laude, pensaron en solicitar una beca a Francia y otra a México, para estudiar en Paris, en la Sorbona, que en francés es La Sorbonne. La Sorbona es la histórica Universidad de Paris, situada en pleno centro de Paris, en el Barrio latino.

Pues ahí es donde esta pareja de recién graduados quería estudiar un doctorado en Humanidades.

Estuvieron en Paris viviendo en La Casa de México, que es la residencia estudiantil que sostiene el gobierno mexicano, hasta que Lucía salió embarazada de Samuel e inmediatamente de Nicole, y tuvieron que abandonar la residencia e irse a un pequeño departamento cercano a la Universidad.

Al concluir el doctorado, volvieron ilusionados a México, a buscar trabajo como docentes enla misma Facultad de Filosofía y Letras, lo lograron como cosa rara, porque para aspirar a una plaza de tiempo completo hay que esperar que se muera el profesor titular para que el puesto quede vacante, literalmente hablando.

Los años pasaban, los hijos crecían, y los cabellos negros empezaron a teñirse de canas, y unas cuantas arrugas surcaban los rostros de estos dos doctores en Humanidades.

Lo inevitable sucedió, ya no sentían pasión uno por el otro, ya eran quince años juntos, de completa fidelidad enfermiza. En realidad, no fueron infieles porque no les daba tiempo entre estudios y la crianza de los niños. Pero se hicieron ojitos con estudiantes de otros países y los coqueteos no se hicieron esperar, pero solo era un juego inocente para sentirse que todavía eran atractivos a los ojos de otros.

Ahora que Samuel y Nicole, ya adolescentes, estudian en el Liceo Francés, en Polanco, Lucía y Federico quieren experimentar una nueva aventura amorosa.

La propuesta vino de él, ella al principio se resistía, pero terminó aceptando el experimento.

El planteamiento era sencillo. "Tú y yo ya no nos atraemos nada en lo sexual, de hecho hacemos el amor muy pocas veces al año, ¿así que qué te parece un intercambio de parejas?"

Ya Federico había indagado acerca de los múltiples Clubs de Swingers, que hay en la ciudad y que son exclusivos para socios, con perfiles de clase media y clase media alta. Que son los sectores en los cuales la pareja y los matrimonios se encuentran desgastados por la rutina sexual, esos que no salen de la "Posición del Misionero", y que ya huyen de sus casas a ver qué encuentran en la calle o en los restaurantes del rumbo.

Después de llenar varios formularios para ser aceptados como socios, en un lugar que sus mejores amigos les recomendaron, fueron citados para la primera cita, un jueves a las 8 de la noche, en la Calle de Amsterdam 598, casi esquina con Popocatepetl, en el barrio bohemio de La Condesa.

Ese juego del intercambio de parejas lo habían platicado bastante entre Lucía y Federico, aceptaron las reglas del juego que ellos pusieron más las del Club.

Ese jueves se presentaron puntualmente al Club, muy bañados y perfumados, y entraron a una sala bien amueblada, con luces indirectas, nadie fumaba o bebía alcohol, eran las normas del lugar.

Había solamente tres parejas y ellos, el ambiente era tenso porque todas esas parejas iban al club por vez primera.

De pronto entra una especie de "animador" a la escena y trata de romper el hielo de las parejas ahí presentes, contando chistes colorados y haciendo chascarrillos sobre la impotencia sexual y demás temas vinculados al coito.

A Federico le gustó una chaparrita bien formada, blanca ella, con el pelo teñido de rubia, y bien vestida.

Lucía no se encontraba agusto porque los caballeros todos eran un tanto obesos y poco agraciados físicamente, y de ellos tendría que elegir uno para acostarse con él.

Lo que parecía que fuera natural al principio, que cada pareja haría el intercambio con otra pareja, no resultó así. A Federico le gustó la chaparrita, cuerpo de uva, pero al marido de ella no le gustó Lucía.

Llegó la hora del baile a media luz, con música cachonda, para bailar pegaditos. Federico de inmediato se lanzó sobre la chaparrita con quien ya había intercambiado señales obvias de que deseaban acostarse esa noche. Bailaron varias piezas, en un solo ladrillo, como si fuera Danzón Clásico, y se calentaron como si fueran planchas de vapor. Ya Federico perdió de vista a Lucía y él se concentró en la chaparrita, de pronto se encaminaron muy abrazados a una habitación contigua, entraron y se desnudaron, se dieron algunos besos en la boca y se manosearon mútuamente.

Con la luz apagada se entregaron al sexo desenfrenado, así lo pidió la chaparrita.

Dos horas después, Federico salió a la sala, y a buscar a Lucía de inmediato, pero ella ya no estaba ahí.

Le había dejado una nota a Federico en la recepción.

La nota decía: " Esto me cambió la vida por completo. P:D: YA NO VUELVO CONTIGO.







}

No hay comentarios:

Publicar un comentario