viernes, 13 de agosto de 2010

Lío de faldas y balas.

Cuando Cecilia llegó a la puerta de su casa en su auto nuevo, se bajó para abrir la puerta del garage y poder introducir el vehículo para resguardarlo de los ladrones de la zona popular donde vivía desde la infancia.

Era de noche, no muy tarde, apenas las ocho y media, afuera de la casa de Cecilia un grupo de muchachos jugaban al fútbol en la calle. Las señoras iban presurosas a buscar el pan y los tamales para los niños y el esposo, era viernes.

La zona cinco, que así se divide territorialmente la capital guatemalteca, por zonas numeradas de la uno a la veintitantas ahora, pero la zona cinco tiene fama de ser una zona brava y de alta frecuencia delictiva. Y ahí ha vivido toda su vida Cecilia, por eso no tiene tanto miedo de andar por esas calles poco iluminadas y llenas de gente deambulando por ahí, no hay sospecha de nada malo o amenazante para ella.

Cecilia estuvo casada con un hombre del oriente del país, Zacapa, tierra de hombres violentos y aguerridos, pero ese matrimonio duró lo que un suspiro, casi nada, menos de un año. Se divorció de ese hombre que la maltrataba físicamente cuando andaba borracho.

Ya divorciada Cecilia inició un romance con su jefe inmediato en la compañía cementera en la cual laboran ambos. Fue un amor intenso, apasionado, porque ambos eran jóvenes cercanos a los treinta años, con ganas de experimentar el amor romántico.

Al año de esa relación Cecilia resultó embarazada de Aníbal, su jefe. Ambos optaron por tener a ese niño, pese a que no se habían casado, lo cual en Guatemala es algo penoso tener hijos como madre soltera. Pero se comprometieron a velar por la crianza de esa criaturita. el ganaba bien y ella más o menos, pero en conjunto podrían solventar todos los gastos.

Aníbal estaba separado de su esposa, no divorciado, porque ella, su esposa, le negaba esa posibilidad para que no pudiera andar de "caliente" con otras mujeres; además, Aníbal había procreado con su esposa tres hijos.

Aníbal vivía sólo en un departamentito en el centro de la ciudad, a dos cuadras de su trabajo en la compañía Cementera, ese era su nido de amor con Cecilia. Pero ambos no contaban con la astucia de la esposa traicionada, quien les puso un detective para espiarlos todo el día y toda la noche, y que tomara fotografías de la pareja pecadora.

La esposa de Aníbal sabía todo, absolutamente todo de la vida de Cecilia y de los hábitos de ese par de amantes, su marido y su "movida".

Cerca de navidad la mujer de Aníbal tomó la decisión: había que eliminar a Cecilia y recuperar a su marido perdido momentáneamente, según ella.

La mujer de Aníbal contrató a un par de sicarios del Oriente del país que por una rídícula suma de quetzales (moneda local), que equivalía a cien dólares americanos, cumplirían su encargo.

Cuando Cecilia se dispone a entrar con su auto al garage de su casa en la zona cinco, dos hombres típicos del oriente, fuertemente armados, penetran al garage y dentro del auto disparan varias veces en el cuerpo de Cecilia, que estaba embarazada, muy avanzada ya.

Muere de inmediato y los hombres salen caminando lentamente y se pierden entre las callejuelas oscuras de la zona cinco.

El ex-marido de Cecilia, el hombre violento aquel, también del oriente del país, se entera de la muerte de ella y se enloquece, él quería volver a conquistarla y de nuevo vivir con ella, una nueva etapa de la relación.

Un mes después del asesinato de Cecilia en la zona cinco, Aníbal sale de su oficina en pleno centro de la ciudad, abatido por la muerte de su amante adorada, camina cabizbajo, con la mirada perdida, cuando de pronto dos hombres malencarados le preguntan: "¿vos sos Aníbal?" Pues ya te cargó la chingada, respondieron aquellos al unísono.

Veinticinco puñaladas recibió Aníbal en el torax, quedó tendido en la acera de enfrente de su oficina y nadie corrió a auxiliarlo, minutos después moría desangrado, musitando el nombre de su amada Cecilia.

La prensa sensacionalista se explicó la muerte de Aníbal como un hecho de venganzas y represalias entre empresas cementeras,que en esos días se disputaban un jugoso contrato para el gobierno de la República de Guatemala.

Solamente la esposa de Aníbal sabía la mitad de la verdad: la muerte de Cecilia, pero no se podía explicar el por qué de la muerte de su amado esposo...

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