domingo, 15 de agosto de 2010

La verguenza de la bolsa de mano.

Cada mes tenía que ir al cambio de la bolsa, él siempre se resistía lo más posible, se inventaba cualquier pretexto para no asistir al cambio de la bolsa de mano.

Había que estar muy temprano y hacer la fila correspondiente, no todos iban a lo mismo, pero la larga fila era única y obligatoria para todos los asistentes.

La credencial se entregaba en la recepción e iban llamado a uno por uno; a lo largo de la jornada, podía pasar tres o cuatro horas en la sala de espera y todos estaban desesperados por pasar.

Pero Reynaldo no quería escuchar su nombre por el altavoz, porque cuando eso ocurría venía de inmediato la tortura china; los gritos, los ayes, los insultos, los malos tratos.

Por fin, se escuchaba con claridad: "Señor Reynaldo, señor Reynaldo..." La hora había sonado.

Reynaldo pasaba a una sala amplia y se acostaba, semidesnudo, sin pantalones, sin verguenza alguna.

De golpe entraban esas mujeres jóvenes, con esa mirada de sádicas, como vampiras con los colmillos salientes llenos de sangre humana.

Sin preguntar nada, en silencio, las tres mujeres, procedían a lavar meticulosamente el pene de Reynaldo, y de golpe y porrazo arrancaban el tubo de plástico que traía en el interior de su pene, sostenido por un globo en su interior para que no se saliera o se moviera de su sitio.

Ya había transcurrido un año, y no había modo que le retiraran la sonda a Reynaldo, siempre le indicaban que ya estaba cerca el final de esa tortura medieval...

Pero eso sí, cada mes tenía que asistir a que se la retiraran y le colocaran una nueva, por el constante peligro de una infección de la vejiga.

el procedimiento era simple: las tres mujeres le tomaban entres sus manos el pene de Reynaldo, y con cierta violencia le introducían un largo tubo de plástico hasta que llegara a la vejiga, para luego disparar un globo en el interior que servía par asegurar que la sonda no se moviera o se saliera de su lugar.

Los gritos de dolor de Reynaldo se escuchaban a lo largo del pasillo del hospital, se lo hacían sin consideración alguna y sin anestesia. En vivo y a todo color, era la tortura de Reynaldo. Él lloraba sin recato alguno, le dolía hasta el alma.

La sonda se compone de un largo tubo de plástico, que en uno de sus extremos se mete hasta lo más profundo del pene y por el otro extremo va conectado a una bolsa de plástico que recoge la orina que sale expulsada en forma automática y se deposita en ese recipiente que cuelga de la cintura de Reynaldo.

Como esa bolsa de plástico transparente es el depósito de la orina que expele Reynaldo en forma intermitente, él siente que no debe exhibir ese contenido a la vista de todos, entonces guarda la bolsa de plástico dentro de una bolsa de mano, una bolsa de tela conel logotipo de la institución para la cual trabaja. Pero el largo tubo plástico es visible, sale de la bragueta de su pantalón y después de varias vueltas entra en la bolsa de tela.

Reynaldo siempre trae una de las dos manos ocupadas en cargar con disimulo, esa extraña bolsa de tela, de la que sale o entre un tubo de plástico sospechoso para cualquier observador meticuloso.

Cuando Reynaldo se pone frente al grupo de alumnos, la bolsa de tela no sabe dónde colocarla, fuera de la mirada de ellos, pero eso es imposible. El da su clase de estadística aplicada, deteniendo con la mano izquierda la bolsa de tela y con la mano derecha coge la tiza y escribe los ejemplos en el pizarrón. Cuando se percata, ya la bolsa de plástico está llena de orina, que hay que vacia en el servicio sanitario de la universidad.

Tan coqueto Reynaldo siempre, pero ahora está cohibido con las mujeres que le gustan, no puede esconder la mano que detiene la bolsa de tela y mucho menos el largo tubo de plástico que insiste en sobresalir.

Reynaldo está harto de esta suerte de martirio chino, ya quiere desconectarse sólo de esa aditamento horripilante que le cuelga de una mano. Pero las estudiantes de medicina que lo atienden lo amenazan. "Señor Reynaldo, no sea un niño chiquito, aprenda a aguantarse como los meros machitos."

Reynaldo las odia infinitamente, pero sabe que está en sus manos...!!Qué verguenza¡¡

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