sábado, 28 de agosto de 2010

La guerrilla sin fusil.

En aquellos gloriosos años de la universidad, cuando éramos jóvenes y bellos, llenos de ideales; cuando queriamos cambiar al mundo sin cambiar nosotros, tomamos el camino de la guerra de guerrillas.

Ya habíamos cursado varios talleres de reflexión sobre "El Capital", esta actividad era extracurricular, porque todos cursabamos la carrera de antropología o sociología, para comprender a la sociedad explotadora de la clase obrera.

Llegó septiembre, época de vacaciones en la UNAM, así que decidimos emprender la aventura guerrillera inspirados en "El Che", y con las lecturas ya digeridas de las Obras completas de Carlos Marx, eso nos inspiraba valor y enjundia, teníamos, pues, ya el marco teórico para la lucha cuerpo a cuerpo.

Nos juntamos doce compañeros, seis hombres y seis mujeres, tal como fue el grupo que desembarcó en Cuba al mando de Fidel, fue también nuestra motivación y ejemplo a seguir.

Todos compramos mochilas y botas, además de cantimploras, y ropa de camuflaje, y navajas suizas, esas color rojo, con destapador y abrelatas. Nos surtimos en una tienda para Boys Scouts, que se localiza en la esquina de las calles de Córdoba y Durango, en la colonia Roma. Ya que nos habíamos abastecido de todo lo necesario, en cuanto a equipo de montaña, faltaba adquirir los boletos de autobús para viajar al estado de Chiapas.

Nos fuimos en grupo a la terminal de la TAPO, donde abordamos un bús de la línea Cristobal Colón, que nos depositó en San Cristobal de Las Casas, veinticuatros horas después. Nos tardamos más de la cuenta, porque en una curva del camino se nos atravesó un burro y el bús no alcanzó a frenar, y el burro terminó despanzurrado a un costado de la carretera. Fue el susto del impacto del burro sobre el parabrisas, lo que nos despertó a todos.

Llegamos a San Cristobal muy de mañana, todos llevabamos puestos nuestras chamarras con forro de borrega por dentro, pero aun así el frío nos hacía doler todos los huesos.

Nuestro grupo era dirigido tácticamente por el Comandante "cero a la izquierda" o Comandante "Perisur", porque él todo su equipo de campo lo adquirió en el Palacio de Hierro de Perisur.

Había un solo comandante general y el resto eramos vil tropa.

Mis compañeras cargaban unas mochilas pesadísimas, porque no pudieron prescidir de los artículos de belleza y de varios pares de zapatos. Porque la consigna era que todos cargaban sus objetos personales, pesaran lo que pesaran.

Llevabamos un mapa de carreteras del Estado de Chiapas, un poco antiguo, no aparecían los caminos nuevos. La idea era caminar hasta la zona lacandona, por la montaña caminando en línea recta, unos setenta kilómetros al sur de San Cristobal.

Todos cargabamos alimentos enlatados y unas cuantas botellas de agua mineral. Después de un día de largas caminatas por la montaña, entre veredas lodosas y vegetación tupida, llegamos a una aldea de campesinos indígenas, quienes nos recibieron con desconfianza y temor. Pese a todo, nos prestaron un rancho con piso de tierra donde acomodamos los sacos de dormir, esos que parecían sarcáfagos egipcios, y nos dispusimos a dormir. La noche fue inquietante por tantos zancudos y ruidos extraños en las afueras del rancho.

A la mañana siguiente, emprendimos de nuevo la marcha y alcanzamos a beber un café hecho de maíz y garbanzo que sabía a gloria, comimos unas tortillas duras y a seguir andando.

El calor empezó a hacer estragos en el grupo, así que en el primer arroyuelo que nos encontramos nos dispusimos a beber agua como animalitos del bosque. Kilómetros adelante, la diarrea hizo que algunos compañeros se rezagaran, porque las deposiciones eran intermitentes.

Llegó la noche, y ni un poblado cercano a la vista. Dormimos en plena selva bajo unas ramas improvisadas como techo. La mayoría de nosotros llorabamos de dolor de pies, y hambre y de sed. De nada nos sirvió haber leído "El Capital".

Después de largos cuatro días andando por la selva chiapaneca sin rumbo fijo, sin haber encontrado ni un alma a quien indoctrinar sobre la lucha de clases, decidimos que lo mejor era retornar a nuestros hogares y nos olvidaramos de combatir al sistema capitalista e imperialista.

Por casualidad nos aproximamos a un camino de terracería, por donde se escuchaba que venía un camión de carga. Al que detuvimos y obligamos que nos llevara a la civilización. Las compañeras protestaban porque no se habían podido bañar desde que salieron de México, en cambio los hombres protestabamos por no conseguir cigarros ni cervezas frías.

Las compañeras se deshicieron de la mayor parte de su equipaje, zapatos, blusas, playeras, trajes de baño, cosméticos. La desesperación por salir de esa zona era muy grande.

Por cierto, nunca usamos los seudónimos que habíamos escogido para cada uno en aquella reunión en el Samborn´s de Madero. Se nos olvidó cuales eras esos alias guerrilleros.

Al llegar a San Cristobal, nos alojamos en una pensión para estudiantes pobres, al menos para darnos un regaderazo y proseguir el retorno a casa. Por cierto, las armas que ibamos a adquirir con los contrabandistas de madera de esa región, nunca las pudimos ver, ni a los contrabandistas de madera.

Ya todos sentaditos en nuestros asientos del bús Cristobal Colón, el comandante "cero a la izquierda", nos quiso echar un discurso sobre la lucha de clases y la incorporación del proletariado a la guerra de guerrillas, cuando ya todos dormíamos plácidamente, soñando con volver a ver a nuestros cuates y a nuestras madres adoradas.

Esta es la historia verdadera de la primera guerrilla, de las postrimerías del siglo XX, que jamás entró en combate, solamente con los moscos y abejorros.

Hoy cuendo nos reunimos a rememorar aquella hazaña de intrépidos estudiantes universitarios, llegamos a la conclusión que lo único que había podido matarnos a todos en Chiapas, era la diarrea.

Nos reímos mucho de nuestra aventura estúpida,y hasta la fecha padecemos de malestares estomacales. !!Vaya revolución, la del ...estómago¡¡

1 comentario:

  1. JAJAJAJAJA, cómo me he reído de la guerrilla Perisur, que me recordó a unos compañeritos de la facultad de ciencias políticas, unos radical chic de la colonia Del Valle a los que les decíamos "el comando Plastimarx", porque eran la guerrilla de juguete...aunque noto una imprecisión histórica: en aquella época no existía Perisur, si acaso París-Londres, Liverpool de Insurgentes o El Palacio de Hierro del centro, si mi memoria no me falla...

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