jueves, 12 de agosto de 2010

La Brenda huyó con otro hombre.

En su reciente visita de trabajo de La Brenda a Paris, ella me confesó que le escribió a su enamorado español para ver la manera de encontrarse en Francia. Y así ocurrió.

José Ignacio Urquilo es un viudo, 59 años, oriundo de una bella ciudad llamada Vitoria, en el País Vasco. El es un industrial exitoso en el ramo de los textiles, le surte de telas finas a la famosa cadena de tiendas ZARA.

El año pasado cuando La Brenda se fue de vacaciones a Europa con un grupo de amigas, conoció casualmente a José Ignacio en Madrid, durante un cóctel que daba la empresa de La Brenda a la prensa española para lanzar un nuevo producto exclusivo, diseñado para metrosexuales, era una serie de cremas faciales.

El industrial español quedó prendado de la belleza, muy mexicana, de La Brenda, y la invotó a conocer Vitoria,y ella aceptó gustosa, con la condición que también fueran sus 8amigas. El no puso ningún reparo.

El industrial español, al calor de los vinos y las ricas viandas que encargó al mejor restaurante de Vitoria para celebrar el encuentro con La Brenda y sus amigas, le dijo al oído que el deseaba casarse nuevamente, porque la viudez le estaba sentando muy mal, además le dijo que no quería una madre sustituta para sus hijos, ya todos mayores y casados, no. El aspiraba a tener una bella mujer, más joven que él a su lado, quería compañía, se sentía extremadamente sólo.

Además, le guiñó el ojo con picardía, y le dijo a La Brenda:-"por el dinero ni te preocupes, hay de sobra"- Como una prueba de su enamoramiento súbito, José Ignacio mandó traer de Paris un vestido de novia finísimo para La Brenda, ella alcanzó a probárselo y a sus amigas les fascinó el vestido, elegante y lleno de piedras y aplicaciones exquisitas.

La Brenda en aquella ocasión le dijo a su enamorado español, que le diera tiempo para pensarlo y +él estuvo de acuerdo, pero ella se trajo, ni tarda ni perezosa, el vestido de novia a México.

Ese es el vestido que yo vi cómo lo modelaba ante mis ojos atónitos, se veía hermosa la mujer, hasta daban ganas de casarse con ella.

La verdad es que nunca di pruebas fehacientes de querer casarme nuevamente, y La Brenda que es muy lista lo notó de inmediato; hizo su lucha por conquistarme en la loca carrera hacia el altar de dios. Además, le planteé el asunto del esquema amoroso de "La Toalla", y no le agradó nada la idea. Yo quiero una pareja, pero deseo que cada quien viva en su casa, y eso a La Brenda le pareció algo inconcebible. Nuestras diferencias eran irreconcioliables, son dos modos distintos de ver y vivir la vida de adultos.

Cuando La Brenda me habla por teléfono para contarme de su reencuentro con José Ignacio, el empresario español, no me queda más que esbozar una leve sonrisa y decir para mis adentros: "ya lo sabía".

Cuando una mujer quiere casarse lo logra a como dé lugar, el caso de La Brenda es el mejor ejemplo.

¿Qué siento ahora que sé que se va a casar en España? Negar que lo lamento sería mentir, sí me hubiera gustado que las cosas fueran distintas, en eso de la convivencia cotidiana, que es la prueba de fuego para cualquier relación amorosa.

Voy a extrañar a La Brenda con todas sus locuras maravillosas y emociones a granel. Aprendí de ella muchas cosas lindas acerca de cómo vivir motivado sólo por el placer y del disfrute instantáneo.

Yo tengo una profesión de psicoanalista y me debo a los pacientes, y además vivo entregado a la docencia universitaria y me debo a mis estudiantes de psicología, dárle cabida al amor es vivir exclusivamente para ella, quien quiera que sea.

Quizá lo mejor es vivir soltero como hasta hoy, recordando las hazañas de La Brenda, que por cierto deseo que le vaya bien al lado del hombre del cual ella se enamoró como ráfaga en aquella conferencia de prensa en Madrid el años pasado. Se merece que la traten como una reina. La Brenda siempre fue una reina para mi y yo su principal vasallo.

Y, tan, tan.

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