martes, 24 de agosto de 2010

El escritor que solo pensaba en sexo.

El motivo era lo de menos, en este caso se trataba de una invitación a participar en un concurso de "Cuento erótico", que celebra cada año el Puerto de San José (en el Pacífico guatemalteco), para festejar la fiesta de su santo patrón. Pero al escritor, simplemente se le secó el seso, no podía escribir nada erótico; solo se le venían a la mente imágenes pornográficas. Su angustía crecía día a día, por esa aridez que de pronto le invadió hasta dejarlo sin ideas.

El renombrado escritor, oriundo de Mazatenango, ciudad ubicada en la llanaura costera, muy cerca del mar, no podía inspirarse para escribir ese cuento que él consideraba podía ganar el primer lugar, que consistía en un premio de mil quetzales, diploma y dos noches de hotel para dos personas. En realidad a él le interesaba más el dinero en efectivo, pero también las noches de hotel con todo pagado, porque acababa de conocer a una linda chica en el taller de cuento que el dirige, y la quiere seducir a como dé lugar.

El prospecto de relación que el escritor desea es una guapa mujer, divorciada, de treinta años, estudiante universitaria de psicología. Es una mujer coqueta, que siempre está en plan de seductora irresistible. El escritor no escapa a esos guiños de mujer fatal, que ella lanza a diestra y siniestra, a cualquier hombre que se encuentre a veinte metros a la redonda.

La chica divorciada siempre llega tarde al taller de los jueves, lo hace de un modo deliberado, para que todos los participantes la vean llegar partiendo plaza. Además, suele usar unas blusas escotadas que apenas pueden contener sus enormes pechos. Al verla entrar todos dejan de prestar atención al escritor, quien se afana por seguir leyendo el texto que siempre lleva como introducción teórica. Pero los hombres del taller no pueden dejar de mirarla con lascivia y las mujeres con envidia.

La chica divorciada siempre viste de negro, blusas y faldas, a veces pantalón, botas negras hasta la rodilla, y muchos collares, pulseras, aretes; también las enormes pestañas postizas que le hacen marco a sus ojos negros oscuros, no pueden ser soslayados por nadie. Se hace un silencio breve, mientras la chica toma su asiento y sonríe a todos.

El taller va a cumplir un año y la chica divorciada no ha podido escribir una sóla línea literaria, simplemente va y escucha la lectura de los trabajos de sus compañeros, y toma notas minuciosas de todo, a lo largo de las dos horas que dura el taller. Obviamente, a nadie le importa demasiado que la chica divorciada no haga las tareas que encarga el escritor renombrado. Basta con que llegué y les sonría a todos, para que la armonía del taller sea total.

Mientras la chica se sienta en el extremo de la mesa y coloca sus senos sobre sus brazos cruzados, en tanto se decide a escribir frenéticamente, el escritor le dirige miradas furtivas que delatan deseo. Aquí se cumple cabalmente el asunto que planteó Freud en el psicoanálisis: ellos son deseantes todo el tiempo, y ellas son deseables siempre. Esa es la pequeña gran diferencia entre un hombre y una mujer. Ellos las desean y ellas quieren ser deseables.

El escritor no puede disimular las erecciones que le produce la voz y la cercanía de la chica divorciada, quien lo ve con miradas seductoras, que quieren decir algo pero en forma velada. Por ello, el escritor jamás puede ir al baño a orinar durante las dos horas del taller, porque haría evidente que su miembro está erecto y las observaciones irían directamente a su parte intermedia del pantalón, ahí en la entrepierna.

Sin embargo, pese a que la chica divorciada da suficientes motivos para pensar en ella cachondamente y escribir páginas y páginas, hasta completar una novela breve, el escritor se cohibe y no le sale nada. Intenta escribir sobre ella, pero no alcanza más que a pergeñar unas cuantas frases y ya.

El taller se impregna de feromonas sutiles, esas que emanan de los cuerpos humanos para atraer sexualmente a los opuestos. En el taller privan las hormonas sexuales que anulan a los neuronas de los varones en celo. No solamente el escritor renombrado piensa en sexo todo el tiempo, los otros varones ahí presentes también lo hacen sin recato alguno, al no dejar de mirar entre los pliegues de la blusa escotada de la chica divorciada.

El escritor se ha llegado a imaginar una orgía en pleno taller, claro teniendo a la chica divorciada como manjar de esa fiesta desenfrenada. El escritor ha generado tal cantidad de imágenes eróticas, sexuales y pornográficas, que ya se confundió entre todas esas categorías.

Pero el concurso de cuento dice claramente: "Cuento erótico".

Una semana antes de que se cerrará la fecha de la entrega de los cuentos eróticos de la fiesta de San José, el escritor se propuso dos cosas importantes: escribir el mejor cuento erótico del 2010, inspirado en la chica divorciada, obviamente; y ganar el primer premio y compartirlo con ella, en una habitación calurosa del puerto.

Justo cuando el escritor renombrado decidió que ya era hora de ponerse a escribir ese famoso cuento erótico: "La Dama de Negro". Supo por una persona del taller que la chica divorciada había vuelto con el marido y que se había largado a vivir a Miami con él.

No hubo más erecciones, ni cuentos inspirados, ni premios de literatura, ni viaje al puerto.

El renombrado escritor se encuentra ahora recluido en un afamado sanatorio privado, que se dedica a la atención de pacientes conun cuadro agudo de depresión profunda.

El escritor solo alcanza a musitar: "perdí el premio mayor y ya no me gustan las mujeres"...

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