lunes, 2 de agosto de 2010

De dictadores y cárceles literarias.

Desde la modernidad aparecieron los famosos talleres literarios, esto desde mediados del siglo XX, hasta el día de hoy esa tradición continúa. Afortunadamente, siempre hay cientos de adeptos a los talleres literarios que "desean" ser escritores, piensan que pueden escribir correctamente y contar historias interesantes.

Escribir bien, a secas, es algo que no garantiza necesariamente un camino hacia la literatura, porque la literatura no es solo el dominio de la técnica narrativa, se requiere algo más.

En todo el mundo occidental abundan estos sitios donde un gurú de la literatura, se empeña en reunir con frecuencia a quienes aspiran a escribir sus ocurrencias y sus vivencias.

Muchos de los directores de esos talleres literarios, nunca han publicado algo o escriben en algún sitio, ya sea periódico o revista local, pero eso sí, dominan el lenguaje en sus reglas elementales, saben de sintáxis y mucho de ortografía.

Los talleristas, o sea, los estudiantes de literatura en forma amateur, escriben sus "cosas" (cuentos, novelas, poesías, ensayos, etcétera) y se someten a la crítica de sus pares y de su director, quienes se sienten en la obligación de señalar lo que a su juicio es lo pertinente de ese escrito leído en voz alta, y sobre todo, lo que es erróneo y un malogrado texto.

He participado en diversos talleres literarios tanto en México como en Guatemala, y mi impresión es que uno no aprende mucho de los comentarios de los demás. La literatura es personal, es el modo en que el individuo siente sus historias y ya.

Muchas veces el director del taller quiere imponer su estilo y forma de escribir a sus alumnos, no respetando las formas individuales de escribir o narrar un acontecimiento.

Hay talleres comandados por auténticos dictadores, al estilo de Mao Tzetung, Augusto Pinochet, o Anastasio Somoza, quienes conciben la literatura como una prisión en donde deben estar sus aprendices de escritor, bajo la mirada severa y de censura de los demás. No hay libertad de creación y de nuevas propuestas para los noveles escritores. Ya existe un camino probado por el director del taller y ese es el camino bueno, y el único posible.

Ya me imagino a esos directores de talleres literarios, intentando meter al redil de su estilo a escritores como Gabriel García Márques, José Saramago, Proust, Zolá, Victor Hugo, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, etcétera. Cada uno en su estilo particular de narrar historias, debe ser respetado y alentado a continuar por esa ruta.

El oficio de escritor es un asunto serio, que requiere de mucha dedicación, son muchas horas de trabajo sobre el papel en blanco, las musas casi nunca acuden en auxilio de ningún escritor consagrado. El ingrediente esencial de toda la literatura universal es la imaginación, ese es el talento para contar algo que guste a los demás. En el mundo se publica mucha literatura carente de imaginación, son obras bien escritas técnicamente hablando, pero no emocionan a nadie.

Hay libros que se han escrito para orientar a los nuevos escritores, pero en realidad son libros de "recetas de cocina", describen los ingredientes necesarios (tips) que involucran a una narración, pero se quedan cortos en proponer algo a la imaginación, porque eso es una tarea imposible, "la literatura no se enseña, no es posible trasmitir ese conocimiento".

Celebro que hayan muchos intentos o prospectos de escritores en América Latina y Europa, mi única recomendación es la siguiente: lean mucho, todos los días, y también escriban todos los días. No hay más...

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