lunes, 23 de agosto de 2010

Carne humana.

Me llamo Marco Cruz, soy guatemalteco, tengo cuarenta y cinco años, sin instrucción escolar, sé leer y escribo muy poco.

Desde niño me gustó el dinero porque nunca quise estudiar, quería tener dinero fácil. Y estuve pensando mucho qué hacer con mi vida, hasta que un día cuando cumplí veinte años, se me ocurrió traficar con carne humana.

Desde el principio mi trabajo se convirtió en algo divertido y aventurero. La policía mexicana siempre me persiguió y yo no me dejaba atrapar, siempre les gané la partida.

Recorrí más de tres mil kilómetros para llegar a Los Angeles, California, y estudiar detenidamente el trayecto desde Guatemala hasta los Estados Unidos.

En Tapachula, Chiapas, México, me hice amigo de los maquinistas del Ferrocarril Mexicano, para que me ayudaran a transportar la delicada mercancía. Los ferrocarrileros me auxiliaron demasiado para que yo pudiera transportar la carne sin peligro hasta la ciudad de México. Bastaba una buena "mordida" para que accedieran a permitir ocupar un vagón de carga durante todo el trayecto hasta el Distrito Federal.

La idea mia era ser un perfeccionista. Que no fallara nada, planear todo al más mínimo detalle. Por eso hice varios viajes de prueba entre Guatemala y Los Angeles, California. Todo estaba medido al milímetro.

Cuando por fin pude iniciar el negocio, fue genial, me gané veinte mil dólares por llevar el primer cargamento de carne humana a los Estados Unidos, burlé a los policías de Guatemala y a los de México también, Todo fue sin novedad.

Durante diez largos años pude llevar carne humana de Guatemala a Los Angeles, California. Corrí muchas aventuras y mil anécdotas chistosas durante el recorrido de más de tres mil kilómetros por tierra, en autobús, ferrocarril, automóvil.

Me hacía tres viajes al año, cada viaje me representaba una ganancia de 20 mil dólares, me pude comprar varias propiedades en Guatemala y tener a mi familia bien asegurada en lo material.

Un día iba yo muy quitado de la pena, caminando tranquilamente por las calles de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, cuando me detuvo un par de policías estatales, para preguntarme qué hacía yo con dos niños tomados de mis manos. Uno de 13 y el otro de 10 años.

Comenzó el interrogatorio, primero en plena calle y a la luz del día, después en la prisión local, y ahora sí a punta de golpes y patadas en todo el cuerpo. Porque yo me negaba a reconcoer que a esos niños los traía secuestrados para venderlos en México.

La sospecha de la policía mexicana es que yo me dedicaba al tráfico de niños robados para luego ser vendidos a familias mexicanas que pagaban fuertes sumas de dinero para obtener un hijo ajeno.

Cuando ví que no podía convencerlos de que eso no era cierto, ya me habían fracturado varias costillas y botado algunos dientes, terminé aceptando ese cargo falso. Por el delito de secuestro de menores me sentenciaron a doce años de prisión, sin derecho a salir bajo fianza.

Mi trabajo era honrado, yo solamente me ofrecía por la módica cantidad de cinco mil dólares por persona, conducirlos desde Guatemala hasta Los Angeles, California. En total me llevé a más de doscientos guatemaltecos hasta Los Estados Unidos, sin contra tiempos mayores. Eso durante un lapso de quince años.

Yo era buena gente con ellos, los pollos, por eso nos dicen polleros, porque traficamos con carne humana, son como pollitos indefensos. Pero jamás abandoné a ninguno en el desierto de Arizona, siempre tenía los contactos listos para que los fueran a recoger en camiones de carga. Otros polleros mexicanos sí abandonan su mercancía en medio de la nada y es cuando los agarra la "migra" americana y luego los deportan.

Moví a hombres jóvenes, a mujeres solteras y casadas, niños. Tuve algunos amoríos con mis clientas durante el largo recorrido hasta los Estados Unidos, pero no siempre se daba la oportunidad de un acostón por calentura, ellas eran muy decentes en su mayoría.

Gracias a mi, mi país puede estar orgulloso de recibir los dólares que mis paisanos ganan en Los Estados Unidos y luego los envían para acá.

Soy un ciudadano honrado y pienso dedicarme en el futuro próximo, a estudiar para ser pastor de mi iglesia, yo ya viví todo lo que dios quiso que viviera para dar testimonio a otros pecadores.

!!Alabado sea el Señor¡¡

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