jueves, 29 de julio de 2010

La vida en moto.

Ramiro y Mónica eran una pareja singular, les gustaba lo mismo, sus coincidencias eran maravillosas, eran como dos gotas de agua: idénticos en gustos.

Ramiro es un aficionado a las motos caras, le encantan la BMW, las del último modelo principalmente. Todos los fines de semana solía irse a la carretera México-Cuernavaca, con un grupo de amigos con motos similares, para correr a velocidades superiores a los ciento cincuenta kilómetros por hora, aun en la peligrosa curva llamada de "La Pera"; la adrenalina a raudales era el combustible para sus emociones.

Estamos en la era de los deportes de alto riesgo, por la falta de sensaciones agradables en el contorno, por ello muchos buscan actividades que entrañan riesgos y peligros de muerte, inclusive.

Un domingo, Mónica le comentó a Ramiro que a ella también le encantaría ir en la moto con él, abrazada fuertemente, a buscar aventuras en la velocidad por la autopista México-Cuernavaca. Ramiro aceptó gustoso que Mónica lo acompañara a recorrer esos casi noventa kilómetros a toda velocidad; además muchos de sus amigos ya empezaban a llevar a sus novias, amantes o esposas, en sus motos.

Ramiro y Mónica, un par de profesionales exitosos, son abogados de un prestigioso despacho de la Ciudad de México, además sin hijos, tienen todos los recursos económicos para dárse gusto comprando lo que se les dé la gana; por ello, ir de compras para equiparse con ropa de cuero especial y unos cascos con intercomunicación directa, además de botas y toda clase de aditamentos que constituye la parafernalia de los motoristas clásicos, no significaba una novedad.

Después de un año y medio de transitar velozmente todas las autopistas que salen de la Ciudad de México, Mónica y Ramiro planearon hacer una larga travesía en moto. Pero ¿a dónde?

El plan era irse del país al menos un año, y entonces a ambos se les ocurrió la brillante idea de ir de México a Buenos Aires, en la moto último modelo recién adquirida.

Prepararon concienzudamente el viaje, y un día partieron rumbo a Guatemala, primera escala de esta aventura.

Sin mayores contratiempos llegaron hasta Ciudad de Panamá, después de veinte días de travesía, desde que abandonaron el distrito federal. Todo iba en orden. Ellos ignoraban que no existe paso carretero entre Panamá y Colombia, hay que embarcarse y surcar el Pacífico en un ferry.

Llegando a Colombia se abastecieron de todo lo indispensable para un viaje por tierras altas y frías, la región andina los esperaba con sus bajas neblinas y sus fríos bajo cero.

Mónica y Ramiro sentían que su relación era cada día más fuerte por lo que habían tenido que sortear juntos en ese largo viaje.

Atravesaron Ecuador, Perú y Chile, casi sólos en las carreteras extensas y desoladas de vegetación desértica. Llegaron a Santiago, Chile, casi habían transcurrido dos meses desde que abandonaron México.

Desde Santiago partieron de nuevo hacia el norte y llegaron al paso de Los Andes, entre Chile y Argentina, pronto arribaron a Mendoza, Argentina, y de ahí hasta Buenos Aires de un solo tirón. Llegaron desfallecientes pero orgulloso de su hazaña, descansaron en un buen hotel, durmieron dos días contínuos, luego se dedicaron a comer carne y a beber vino tinto.

Todo el tiempo Mónico viajó pegada como una lapa a la espalda de su amado esposo, hablando todo el tiempo mediante el sistema interconectado de los cascos, diciendo cosas nimias e intrascendentes, Ramiro que ir mudo, sin decir palabras, sus pensamientos lo consumían todo el tiempo.

En su mente solamente rondaba una idea: "Ya no quiero seguir viviendo con Mónica".

En cuanto pudo, Ramiro, en una noche de exquisita armonía entre ellos, con algunas copas encima, decidió tomar la palabra y le soltó a Mónica: "Ya no te amo".

Mónica sonrió como una zombie, pensando que era una de las pocas bromas que se permitía Ramiro con ella, pero resulta que era absolutamente verídico, Ramiro se alejó de ella, y desapareció de la escena.

Ella vuelve apresuradamente al hotel pensando que ahí se encontraría Ramiro, pero no había nadie, sólo una nota sobre la almohada.

Lee la nota, suelta el llanto y un grito desgarrador sale de su garganta.

Toda una vida ella enamorada del tal Ramiro, se fueron al carajo en un instánte, se decía desconsolada Mónica.

Cada quien volvió a México por su cuenta, separados, hasta la moto viajó en otro vuelo...

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