viernes, 23 de julio de 2010

La Brenda quiere casarse.

Después de haber pasado unos días maravillosos La Brenda y yo, las cosas de la vida toman nuevos rumbos, ella sigue de representante en México, de esa firma francesa de cosméticos de gran prestigio, que le dan excelentes ingresos por el volumen de ventas alcanzado, lo que le permite soñar con una realidad fantástica, que incluye una boda fastuosa con muchos invitados, y un marido mulato, exótico, culto, como yo.

El año pasado, La Brenda anduvo de vacaciones por Europa, y en ese periplo conoció a un rico industrial vasco que le ofreció matrimonio, y ella en principio se emocionó con esa propuesta, y me la comunicó de inmediato, yo le dije que -adelante-, era su vida y su futuro puesto en sus manos. En esos momentos éramos novios sin fines matrimoniales. Le dejé la opción de decidir entre el rico industrial vasco y yo, no había mucho dónde perderse en esa alternativa: yo no le prometía nada y el rico industrial vasco, todo.

La Brenda se imaginó una vida tranquila donde podía derrochar los dineros del rico industrial vasco, sin límites, como a ella le gusta gastar.

El rico industrial vasco, como prueba de su amor y seriedad en la propuesta de casarse a corto plazo, le obsequió un elegante vestido de novia que él adquirió en Paris, y que a La Brenda le fascinó.

Finalmente, La Brenda lo pensó muy bien y, por razones aun desconocidas por mi, ella rompió con el rico industrial vasco, pero no le devolvió el elegante vestido de novia comprado en Paris.

Quiero pensar que La Brenda tiene todo para casarse como siempre lo ha soñado, tiene el vestido, por cierto con una cola de cuatro metros, en una tela de seda color marfíl, pero solamente le hace falta el novio para hacer completo el sueño de salir de blanco de la catedral metropolitana de la ciudad de México.

En aquella ocasión cuando ella se comprometió con el rico industrial vasco y luego se desistió, siempre hablamos con sinceridad. Ella me juraba que yo era el hombre de su vida, porque aunque no poseo fortuna alguna, ya que siendo profesor universitario y psicoanalista, los bienes son escasos y las necesidades muchas; de cualquier modo ella se interesa demasiado en mi persona, inclusive para involucrarme en sus planes de casamiento por la Iglesia.

Lo que ella valora en mi persona es mi disposición a compartir todos sus locos arranques, además de que siempre la hago reír con mis ocurrencias, yo no cuento chistes, soy malísimo en eso, y me admira por mi erudición que demuestro cotidianamente al resolver los crucigramas que encuentro en los periódicos españoles y mexicanos, eso la tiene fascinada cómo sé tantas palabras raras y domingueras, -son palabras del diccionario-, dice ella inocentemente.

Bien, La Brenda me habló dos horas por teléfono hasta que me enrojeció el pabellón de la oreja izquierda, para pedirme que no la rechace y que me case con ella en breve tiempo. Yo le pedi -mi amor, dáme tiempo para pensarlo, no estoy preparado todavía para ese acto tan trascendental-, ella suspiró del otro lado de la línea y me dijo- está bien negrito, te doy un mes para responderme-, eso sí con una voz firme y segura de que mi respuesta será afirmativa.

Yo tengo que pensarlo mucho, ya tengo varios matrimonios a cuestas y muchos hijos dispersos por el mundo, es una decisión que no debe tomarse a la ligera.

Lo pensaré no una , ni dos veces, si no mil..

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