domingo, 4 de abril de 2010

La neomanía mal de muchos.

En esta sociedad caracterizada por el hiperconsumo, resulta angustiante confrontar sus ansias de comprar lo que sea cuando todo está cerrado por causa del feriado obligado de la Semana Santa.

El consumismo está inscrito en el ADN de los habitantes de las grandes urbes, les da sentido a sus vidas miserables. Esta semana pasada, cuando todos se largan al campo y al mar, el comercio cesa su movimiento febril de siempre, apaga los anuncios de gas neón y cierran las cortinas de sus aparadores, generando desesperación en las personas que no pudieron disfrutar de las vacaciones en otros sitios lejanos a sus hogares, porque deseaban salir aunque sea a "vitriniar" a los centros comerciales, como única diversión y no pudieron porque todo estaba cerrado.

La neomanía es una enfermedad de las sociedades modernas y quiere decir que todos los habitantes consumistas aspiran a tener "lo último", su compulsión por comprar es inevitable. Son personas de todas las edades que desean poseer "lo más nuevo de todo", este mal cunde mayoremente entre los niños y los jóvenes de ambos sexos.

Todos estos consumistas enfermos quieren estar a la "última" moda en todo: teléfono celular, música, aparatos electrónicos, vestimentas, zapatos, accesorios, literatura, cine, autos, comidas exóticas, bebidas embriagantes, cigarrillos, drogas, dietas para adelgazar, etcétera. Ilusos que no se dan cuenta que en una sociedad como la nuestra, nada es la "última moda", ya que siempre la industria de bienes y servicios está planeando que ofrecer a sus clientes después de que agoten lo "último".

En el gran imperio de la moda, todos esos sujetos consumistas son vasallos o esclavos. La moda va y viene, de lo retro a lo futurista, nada hay nuevo bajo el sol dicen los diseñadores de ropa y zapatos.

La vida útil de los bienes por lo general sobrevive a la utilidad que tiene para el consumidor. Pero si son usados repetidamente, los bienes adquiridos frustran la búsqueda de la variedad, y el uso sostenido hace que pierdan su lustre y su brillo. Pero lo que ignoran los consumidores compulsivos es que los fabricantes de los objetos los diseñan bajo el principio de la obsolescencia, que significa que los objetos tendrán una duración determinada y después de ese corto periodo de vida el objeto se descompone y es necesario tirarlo a la basura y adquirir uno nuevo, incluyendo los automóviles.

Pobres aquellos que, por escasez de recursos, están condenados a usar bienes que ya no prometen sensaciones nuevas e inexploradas, como puede ser la ropa y los zapatos pasados de moda. Pobres aquellos que por la misma razón quedan adheridos a uno solo de esos bienes sin poder acceder a la variedad inagotable que los rodea.

Ellos son los excluidos de la sociedad de los consumidores, son los consumidores frustrados, los inadecuados e incompetentes, los fracasados. son los hambrientos consumidos en medio de la opulencia del festín consumista.

Son aquellos que babean frente a los aparadores llenos de novedades, sin tener conqué adquirirlas.

1 comentario:

  1. Es una gran verdad, ahi que se bastantes cautos para no dejarse atrapar en esa trampa consumista que acaba con nuestros bolsillos y no nos deja progresar.

    La verdad es que la persona que se deja envolver siempre vive detras de lo "ultimo" y muchas veces sufren economicamente y hasta hacen cosas ilegales e inmorales solo para poder adquirir esto ultimo de moda.

    ResponderEliminar