viernes, 19 de marzo de 2010

¿Romper o componer la relación?

Descubrir cúal es el arte de romper una relación es una preocupación que lleva a muchas parejas al consultorio del psicoanalista, cuando una pareja en conflicto pide ayuda terapéutica, es que tiene solamente dos opciones: o rompe o arregla la relación. Pero muchas parejas ya no quieren continuar dentro de la relación y tampoco quieren ver qué posibilidades existen para arreglarla. Están estancados esperando que ocurra un milagro, que algo externo acabe con ese sufrimiento o incomodidad. Están atrapados.

El arte de romper las relaciones y salir ileso de ellas, con pocas heridas profundas y sin cuidados especiales que eviten los daños colaterales, supera con mucho a los que quieren saber cómo arreglar la relación, ya que eso implica mucho tiempo y procesos complicados para los dos.

Lo que es invevitable en una ruptura, son esos daños colaterales que tanto se temen: el alejamiento forzado de los amigos, o grupos en los que uno ya no será bienvenido o que debería evitar.

Recuerden que en toda ruptura de lazos afectivos hay víctimas y victimarios en el imaginario social; en algunas ocasiones es el varón al que consideran un villano de la película, el victimario desgraciado, sin escrúpulos, que abandonó a la "pobre" mujer indefensa, por lo tanto el castigo será el alejamiento de todos los amigos y conocidos, haciéndole un terrible vacío social.

En muy pocos casos, es ella, la mujer, la victimaria que abandona al marido sin piedad alguna. También estas mujeres son satanizadas con una serie de historias fantásticas sobre su maldad o su desenfreno sexual. Por ello, se les hace un vacío social, los amigos la evitan, pero sobre todo su propio gremio femenino las detuperan con saña.

Romper una relación en nuestra sociedad, significa rasgar el delicado tejido social, impacta como un terremoto: tiene epicentro y una enorme área de influencia, ademas de múltiples réplicas que siguen causando daños mayores y menores.

La ruptura de una pareja cimbra los cimientos de la institución matrimonial; todos se cuestionan qué está pasando con las parejas que ya no duran como las de antes, las de los padres o abuelos. El tema ruptura- o divorcio- se convierte de inmediato en el eje de las conversaciones de las parejas que conocen a la que se acaba de desbaratar, metiendo "ruido" y preocupación. Queda la sensación de que nadie está a salvo de que le pueda ocurrir lo mismo.

La posmodernidad obliga a las parejas a plantearse solamente la ruptura como salida a una crisis matrimonial, ya que en el inconciente de ambos saben que hay otras personas que pueden sustituir a la actual pareja. Viven en la era del te tomo, te uso y te tiro. Y el ciclo se reproduce una y otra vez.

Arreglar una relación se ve como un esfuerzo infructuoso, hay que invertir mucho tiempo y dinero, y mucho sufrimiento, también: no es "negocio".

La gente busca pareja y "establece relaciones" para evitar las tribulaciones de de la fragilidad humana y de la soledad que agobia a muchos, sólo para descubrir más adelante que esa fragilidad y esa soledad no desaparece por arte de magia, con la única diferencia que esos temores ahora son compartidos con la pareja en turno.

Cuando nos quedamos solos, es el camino del saber que no contamos con nadie para que nos acaricie, nos consuele y nos dé una mano en caso de necesidad o enfermedad, es algo atemorizante y espantoso.

Y cuando volvamos a salir al mundo a buscar una nueva pareja, no te olvides que el tratar de convertir a alguien en tu compañero de destino, sea algo fácil, pero no hay otra alternativa que intentarlo, e intentarlo y volver a intentarlo.

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