martes, 23 de marzo de 2010

El deseo sexual es social.

El encuentro entre los sexos es el terreno en el que la naturaleza y la cultura se enfrentaron por vez primera. Asimismo, es punto de partida y origen de toda cultura. El sexo fue el primer componente de los atributos naturales del homo sapiens sobre el que se grabaron distinciones artificiales, convencionales y arbitrarias: el primer acto de cultura, es la prohibición del incesto, que divide a las mujeres entre elegibles y no elegibles para los varones.

Es evidente que esta función del sexo no fue accidental. De todos los impulsos, inclinaciones y tendencias "naturales" del ser humano, el deseo sexual fue y sigue siendo el más irrefutable, obvia y unívocamente social. Se dirige hacia otro ser humano, exige la presencia de otro ser humano, y hace denodados esfuerzos para transformar esa presencia en una unión.

El ser humano añora la unidad y hace de toda persona alguien incompleto y deficiente a menos que se una a otro, por más realizado y autosuficiente que sea en otros aspectos.

Lo que ha sucedido ahora es que los seres humanos han desplazado el erotismo a cambio de la pura sexualidad. Actualmente, la sexualidad ya no es la fuente principal de placer y felicidad. ya no está mistificada positivamente en tanto éxtasis o transgresión, sino negativamente, en tanto fuerte de opresión, desigualdad, violencia, abuso e infección letal.

Es como si Anteros, hermano de Eros, y genio vengativo del amor rechazado, hubiese destronado a su hermano y tomado el control del reino del sexo.

Anteros tenía fama de ser un hombre muy apasionado, lascivo, irritable e irascible, pero una vez que se convirtió en señor indiscutible del reino seguramente proscribió las pasiones entre sus vasallos y proclamó que el sexo debería ser racional, fríamente calculado a prueba de riesgos, obediente a las reglas y, por sobre todas las cosas, debía ser un acto despojado de todo misterio y encanto.

Es querer convertir el sexo en una ciencia, porque la ciencia de la sexualidad prometía liberar a los hombres de su miseria sexual.

Eros, podemos estar seguros. no ha muerto. Pero desterrado del reino que le corresponde por herencia, ha sido condenado a merodear y deambular, a vagabundear por las calles en una búsqueda interminable , y por lo tanto vana, de refugio y cobijo. ahora Eros puede ser encontrado en cualquier parte, pero en ninguna se quedará por mucho tiempo. No tiene domicilio permanente: si quieren encontrarlo crucen los dedos y esperen con la esperanza de que aparezca.

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