domingo, 7 de marzo de 2010

Divina ilusión.

En nuestra sociedad actual es común escuchar que una persona es un "don nadie" o que es "alguien", esto sobre la base del tener o no tener objetos que simbolizan un estatus social. El ser pobre , un fracasado o un desconocido es para mucha gente un "don nadie" y, por tanto, no ser merecedor de amor. Pero quien tiene mucha riqueza, fama y éxito puede convertir a un don nadie en alguien, porque está rodeado de signos externos de importancia: ropa, automóviles, casas, etcétera.

Puede que ese alguien dé esa imagen de poder e importancia, pero las imágenes es un fenómeno superficial que a menudo tiene muy poco que ver con la vida interior de esa persona.

De hecho cuando vemos a una persona tratando forzosamente de proyectar una imagen de que es alguien, indica que en el fondo se siente un don nadie. Este sentimiento es el resultado de de la disociación entre el YO y el cuerpo. La persona se indentifica con el YO y niega la importancia del cuerpo, no tiene cuerpo. la pérdida de sensación del cuerpo, que equivale a sentirse un don nadie, obliga a sustituir la realidad del cuerpo por imágenes basadas en la posición social, política o económica.

Si queremos encontrar a la persona verdadera tras la fachada tenemos que mirar a su cuerpo, sentir sus sentimientos y entender sus relaciones. Sus ojos nos dirán si puede amar, su cara nos dirá si es autoexpresivo y sus movimientos corporales nos revelarán el grado de libertad interior. Cuando estamos en contacto con un cuerpo vivo y vibrante, sentimos de inmediato que estamos en presencia de alguien, sin tener en cuenta su posición social.

Una meta ilusoria exige una manera de ser, aprobada, porque detrás de esa meta está la necesidad de aceptación. La meta se fija inicalmente durante la infancia, con el deseo de aceptación de los padres, transferido más tarde a los demás.

Si la depresión es tan común hoy día, es por la irrealidad en que transcurre una buena parte de nuestras vidas, por la energía que se destina a la persecución de metas irreales. Soñar con una casa más grande, autos nuevos, más electrodomésticos, etcétera, tienen cierta medida de valor positivo, ya que contribuyen a otorgar más placer al usuario. Pero si consideramos esos objetos como una medida de nuestro valor personal, si esperamos que el poseerlas llenará el vacío de nuestras existencias, estamos montados en un escenario teatral, irreal.

Estamos expuestos a deprimirnos cuando buscamos fuentes externas a nosotros para realizarnos. Si pensamos que tener todos los adelantos técnicos en casa nos va a ser más autoexpresivos, mnos veremos lamentablemente desilusionados. Y cuando llegue la desilusión, nos deprimiremos. Puesto que esta es la actitud de hoy de la mayoría de las personas, veremos entonces el aumento de la incidencia de depresión y suicidio.

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