jueves, 25 de marzo de 2010

!! Cuando los hijos trabajaban ¡¡

Hubo épocas en la antiguedad en las que los niños eran productores y contribuían al sustento de la familia paterna. En esas épocas, la división del trabajo y la distribución de los roles familiaresa se superponían. El niño debía unirse a la empresa familiar, hacer unaporte a la fuerza de trabajo del taller, la granja, la mina, etcétera.

Y por lo tanto, en esas épocas en las que la riqueza era resultado del trabajo colectivo, la llegada de un hijo traía la esperanza de mejorar el bienestar familiar, por supuesto que la alegría era mayor sí el hijo recién llegado era varón.

Quizá los niños eran tratados con dureza y severidad, pero también el resto de los trabajadores recibían el mismo trato. En esas épocas no existía la idílica etapa de la infancia: niños jugando y consentidos por sus padres, llenos de regalos innecesarios. Esto de la infancia es un invento reciente, antiguamente los niños pasaban rápidamente a la vida adulta con muchas responsabilidades, entre ellas las económicas.

No se esperaba que el trabajo brindara satisfacción y placer al trabajador: la idea de "satisfacción laboral", aún no se había inventado. Y por lo tanto los hijos eran, a los ojos de todos, una excelente inversión económica, así que mientras más hijos tuviera una familia, más ricos eran.

Tener una prole numerosa era una auténtica bendición de los dioses, además en esa época los niños se morían a edades muy tempranas por enfermedades y desnutrición, pero eran rápidamente sustituídos por otros.

En la sociedad moderna el hecho de tener una familia numerosa se puede considerar como una amenaza a la economía familia o una maldición, o ambas cosas.

Hubo épocas, cuando la fortuna familiar pasaba naturalmente de generación en generación, en que los hijos constituían un puente entre la mortalidad y lainmortalidad, entre la vida individual, desgraciadamente muy corta, y una anhelada duración infinita a través del linaje familiar.

Morir sin hijos implicaba NO construir ese puente jamás, entre la mortalidad y la inmortalidad. La muerte de un hombre sin hijos, implicaba ni más nimenos que la muerte d eun linaje: haber descuidado la mayor de las responsabilidades, dejar incumplida la tarea mas imperiosa.

El hecho de que cualquiera de nosotros desee tener un hijo, o varios, esconde el secreto anhelo de inmortalizar a esa familia de la cual uno procede, legando unos apellidos y una fortuna si la hay.

Muchas parejas modernas que se plantean desde el principio unirse bajo la condición de no tener hijos, lo hacen bajo el criterio único de la economía: "Es muy caro tener un hijo". "Nos priva de tener un buen auto, una buena casa y vacaciones". "Su educación nos costaría una fortuna, si ahora los kinder cobran como si fueran cuotas universitarias".

Un hijo, dicen algunas parejas, es un barril sin fondo, es una inversión a fondo perdido, no es negocio, no es rentable, etcétera.

Y en Europa, que la cuestión de la natalidad ha descendido peligrosamente, se han tenido que tomar medidas gubernamentales que alientan la maternidad, ofreciendo subsidios por cada hijo.

No hay niños en Europa, se cierran las escuelas de educación inicial, los parques y áreas infantiles no se ocupan, hay menos niñeras.

Los viejos ocupan los parques para asolearse todos los días...

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